Por Fabricio Moschettoni, de Impulso Baires
La seguridad en territorio provincial sigue siendo, como en los últimos 15 años, el tema más importante y serio por resolver. En otro orden, las fuerzas políticas siguen buscando un perfil para el año próximo.Otras vez más la seguridad pública ocupa el centro de la escena. Reiteradamente, por lo menos en los últimos catorce o quince años, las idas y vueltas en las políticas para el área, y los constantes equívocos hacen que aparezca como una cuestión difícil de superar, no solo para los gobiernos de turno sino para las oposiciones.En 1996 la inseguridad estaba sexta entre los problemas de la gente, superada por los vinculados al orden económico y la corrupción. Un año más tarde, la inseguridad fue el segundo problema más acuciante para los argentinos. Al principio había que desarmar una policía brava que se había hecho incontrolable, con cuadros corruptos, en muchos casos, que además estaban amparados por gran parte del poder político. El comienzo de todo, con la intervención de Luis Lugones en el 97, quedó evidenciado por lo complejo que resultaría la misión de depurar una fuerza policial de alrededor de 47 mil hombres, en donde convivían efectivos que participaron en la dictadura, con otros que tenían serias vinculaciones mafiosas del momento.Recién en esos tiempos comenzó a formarse la conciencia de la seguridad como política de Estado. Con aciertos y errores, fue León Carlos Arslanián el hombre que tuvo la tarea de dinamitar una fuerza enviciada y comenzar a dar forma a un nuevo modelo policial en donde sus integrantes interaccionen con la comunidad, se transformen en su aliada, en su protectora.Arslanián encaró la reforma policial democrática más profunda que se conozca, pero los vaivenes de la política provincial y los incesantes reclamos del entonces vicepresidente Carlos Ruckauf sobre “mano dura”, hicieron que el gobernador de ese momento, Eduardo Duhalde, diera razón a quien sería su reemplazante y así nombró a Osvaldo Lorenzo, un ex juez con pensamiento similar a Luis Patti pero más ilustrado.A partir de ahí, la reconstrucción democrática parecía una utopía, se comenzó a retroceder vertiginosamente para empeorar la situación con la llegada del propio Ruckauf a la gobernación y el nombramiento de Aldo Rico como titular de Seguridad. Le gestión del ex militar carapintada fue de lo peor que se recuerda. Con la prepotencia que lo caracteriza, Rico no solo fue un inoperante en el cargo sino que además le trajo aparejado a Ruckauf un sinfín de conflictos políticos con dirigentes de su partido pero también con el gobierno nacional que en ese momento encabezaba el aliancista Fernando De la Rúa.La era Rico fue corta y estuvo plagada de torpezas. Ya con menos cartas para el juego, Ruckauf siguió con su corriente de mano dura y a Rico lo reemplazo por Jorge Casanovas, ex ministro de Justicia.La cuestión seguía errática. Cayó Ruckauf, siguió Felipe Solá en el Ejecutivo y hubo algunos experimentos sin resultado, hasta que al final se jugó la carta fuerte y el retorno de Arslanian.Fue nuevamente en ese momento en donde el ex integrante de la Cámara Federal que juzgó a los jerarcas de la última dictadura al reinicio de la democracia, buscó implementar su reforma en la estructura policial apuntando básicamente a la depuración de la fuerza y a una participación fuerte de la sociedad civil en las políticas de seguridad. Con un delito que seguía golpeando constante, pero con la existencia de un plan, Arslanián consiguió algunos avances interesantes en su segunda permanencia en el ministerio de Seguridad. El control sobre la fuerza policial fue incesante, la existencia de foros de seguridad con participación de la gente era auspiciante, y la vigencia de un modelo policial hacían suponer que por primera vez se transitaba la cuestión como política de Estado.Pero una vez más los cambios políticos pudieron. Con Solá se fue Arslanián, y con Daniel Scioli llegó Carlos Stornelli.El formato de la nuevo gestión comenzaba a marcar diferencias con sus antecesores. Un nuevo concepto en reorganizar la fuerza, cambios en la estructura buscaban ser el nuevo formato para enfrentar el delito. Stornelli vino por tres meses pero se quedó en su cargo mucho tiempo más, hasta que la crisis se lo terminó devorando.La llegada de Ricardo Casal al ministerio alumbró la esperanza de varios intendentes. Oficialistas y opositores resaltaron desde un comienzo la voluntad dialoguista del abogado platense que dejó buena marca en su paso por la cartera de justicia, cuando esta no era parte del nuevo ministerio en donde convive con seguridad.Sin embargo, el último hecho, muy desgraciado y con un final terrible, como fue la salidera bancaria en La Plata, en donde termina baleada una mujer embarazada con los derivados que son de conocimiento público, hicieron plantear una vez más la insuficiencia existente en fusibles que salten ante las crisis. Otra vez, oficialistas y opositores miran al punto de partida, al 96 o al 97, y encuentran que hay similitudes en los problemas, incluso algunos se intensificaron, y las propuestas parecen no surgir con originalidad. Ahora bien, por qué no se elabora, de una vez por todas, una política de estado en la provincia en materia de seguridad?, qué es lo que se espera?. Las deficiencias actuales no son producto de un gobierno, sino que viene de arrastre, de desaciertos y de destruir los cambios cuando fueron positivos. Esta es una cuestión de oficialistas y opositores. Algunos en Nación, otros en Provincia, pero en la década y media anterior todo el arco político con representación parlamentaria actual tuvo que ver en las políticas de seguridad.La cuestión es seria, dramática, pero debe existir luz al final del camino. La solución no se encontrará con descreer en las instituciones, en la política o representantes, sino que seguramente el camino deberá ser una reinvención de políticas activas, en donde todos los signos políticos y las fuerzas sociales vuelvan a ser parte de una seguridad para todos. Posiblemente por ahí esté el camino.Las fuerzas políticas y el 2010Los principales sectores políticos siguen recorriendo la provincia de Buenos Aires a los efectos de prepararse para el año próximo. Sin hablar de candidaturas en muchos casos los principales actores buscan “palpar” el clima de aceptación y rechazos entre los bonaerenses que hay para con sus propuestas.
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