*Adrian Freijo
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Algún día, cuando se escriba la verdadera historia de Mar del Plata, sólo el pudor de quien esgrima la pluma podrá ocultar conocidas anécdotas prostibularias que involucran, a lo largo de estas décadas, a encopetados señorones de la política vernácula que recurrieron a los favores del susodicho y terminaron siendo simples amanuenses de su suprema voluntad.
Lo ocurrido con la vieja Estación Terminal de Mar del Plata supone algo mucho más importante para analizar de lo que aparece a primera vista. Es cierto que un edificio de las características arquitectónicas de este se convierte por sí sólo en un elemento de riqueza singular a la hora de discutir su destino.También lo es el hecho social que representa decidir cuestiones de desarrollo urbano que van a modificar no sólo el entorno y su paisaje sino, lo que a esta altura debería ser bastante más importante para quienes conducen la sociedad marplatense, la vida y el futuro de cientos de personas que han emprendido la actividad comercial en la zona –en muchos casos durante décadas-, con la seguridad de que el lugar que habían elegido se prestaría para ello. Personas que de manera alguna se niegan al progreso… Sólo pretenden que no se encapsule dentro de la vieja construcción una competencia desleal que termine condenándolos al fin de sus actividades.También es verdad, aunque se haya soslayado en el debate previo, que este tipo de desarrollos que determinan drásticos cambios en el entorno del lugar deben ser analizados desde ese mismo lugar y hacia el objetivo a construir y no al revés. En buen romance, significa que debió haberse pensado en el barrio y a partir de ello proyectar la construcción y no en el emprendimiento y sólo luego en sus consecuencias.Y en esta “omisión” encontramos la verdadera cuestión que los marplatenses vamos a tener que resolver con una inteligencia que va mucho más allá del enojo que este caso en particular pueda despertarnos. Porque la costumbre de desconocer a la gente de la ciudad a la hora de tomar las decisiones no es nueva, no es privativa de esta administración municipal, y no es producto de ninguna casualidad. Por el contrario, responde a un sistema vinculado con la política lugareña y que siempre ha dejado los intereses locales en el fondo del recipiente de las prioridades.Lo que acabamos de ver los ciudadanos de Mar del Plata es sinceramente vergonzoso. Para elegir a Emprendimientos Terminal SA como iniciador privado, el municipio ha debido violar groseramente no tan sólo normas jurídicas (¡y muchas!) sino además el más elemental sentido común.Pero, ¿puede sorprender a alguien? ¿Es un rayo en un día soleado? ¿O es la continuidad de un estado de cosas que todos conocíamos y que en este tema suponíamos? ¿Alguien dudaba de que Otero y Aldrey Iglesias iban a ser los beneficiados? ¿Podía el intendente hacer otra cosa? ¿Con qué poder? ¿En base a qué antecedente?Si miramos para atrás -y me refiero tan sólo a este tiempo democrático-, Mar del Plata nunca tuvo el peso político suficiente como para que sus autoridades pudiesen tomar decisiones propias. Todas las administraciones (¡TODAS!) pensaron más en cultivar buenas relaciones con la Provincia y el Gobierno nacional que en avanzar en los cambios estructurales que esta ciudad –la cuarta en importancia del país y el principal centro turístico y pesquero de la Argentina- necesita para poder pensar en un grado de desarrollo suficiente.Y esa actitud mediocre y vacilante de TODA nuestra clase política fue inteligentemente comprendida por un señor –Florencio Aldrey Iglesias- que descubrió que su gran negocio era cooptar a tales mequetrefes y ser él y sólo él quien se convirtiera en interlocutor del poder real.Y al hacerlo pasó a ser, en la ciudad, justamente eso: el poder real.Algún día, cuando se escriba la verdadera historia de Mar del Plata, sólo el pudor de quien esgrima la pluma podrá ocultar conocidas anécdotas prostibularias que involucran, a lo largo de estas décadas, a encopetados señorones de la política vernácula que recurrieron a los favores del susodicho y terminaron siendo simples amanuenses de su suprema voluntad.Lo que ha pasado en Mar del Plata es tan sólo lo que tenía que pasar. Ni más ni menos. Y sólo dejará de ocurrir cuando la ciudad tenga una clase dirigente que sepa cuál es el camino que debe seguir para evitar estas frustraciones que, por lo demás, pueden representar en el futuro costos millonarios -quiero creer que alguna vez en mi país existirá algo así como “la justicia”, “los jueces”, “los fiscales” y otras cosas similares que en algunas naciones se han probado con singular éxito-, cuando quien se vea perjudicado por este tipo de esperpentos no se entregue a la tentación de “cambiar figuritas” como parece ser el caso del Grupo Roig. Que, dicho sea de paso, no tiene demasiadas diferencias morales con el que en definitiva terminó siendo beneficiado.Pero esa clase dirigente no debe ser tan sólo política. Debe abarcar a toda la sociedad e incluir corporaciones empresarias que no piensen tan sólo en intereses sectoriales, sino que entiendan de una vez por todas que nada puede hacerse en una ciudad que tiene dueño y que por lo tanto siempre estará a expensas del capricho del amo.Sectores gremiales que dejen de pensar en sus negocios y entiendan que por este camino hemos llegado a ser el conglomerado argentino con mayor índice de desocupados y de trabajadores irregulares. Una universidad estatal que termine de dedicarse a la política chiquita y ponga lo mejor de su organización en la formación de profesionales conectados con su propio entorno.Y también, por cierto, una clase política que deje de pensar que “permanecer y transcurrir es…honrar la vida”. Tal vez el menos culpable sea Florencio Aldrey. En su concepción brutal del poder encontró a una Mar del Plata que se mostró dispuesta a darle todo. Compró a cuanto dirigente necesitó para sus fines, y siempre encontró el precio justo.Tal vez, sin embargo, haya cometido un error: no puede ahora evitar la tentación de ostentar ese poder omnímodo que por pocos centavos le ha sido concedido. Y la ostentación ha sido siempre enemiga del éxito.Y si bien por ahora el enojo social es con los lacayos, ya se percibe en la gente la convicción de saber quién es el amo. Porque el amo se muestra, impúdico y fatuo como un pavo real, explicitando ante quien quiera verlo que las cosas se hacen como él y sólo él quiere que se hagan.No es entonces el viejo y querido edificio de Alberti el que debe preocuparnos; tampoco lo es este señor que como tantos otros pasará al olvido cuando el destino así lo disponga. Ni siquiera una clase dirigente que no tiene el pudor de callarse la boca y pretende que todos somos tontos y no nos damos cuenta.Lo que debe preocuparnos, dolernos e indignarnos es que Mar del Plata, nuestra casa, parece encaminarse irremediablemente hacia una decadencia dolorosa, previsible… pero todavía evitable. Y esto supone prestar más atención a lo que pasa cerca nuestro, entender que no hay desarrollo personal sin crecimiento del conjunto, y participar. Desde donde sea, pero participar.Si sólo nos quedamos en dividir la realidad en “nosotros” y “ellos”, ”ellos” siempre van a ganar. La cuestión es “nosotros” o “ellos”, y sólo vamos a lograrlo haciendo cada uno lo que deba hacer, o lo que pueda hacer.Para que las cosas cambien tenemos que dejar de ver si alguno de “los que se animan” logra doblegar este estado de cosas, y comprometernos todos con la necesidad de cambiar una historia tan triste como hartante.No es Florencio, no se engañe: somos todos y cada uno de nosotros.El carnaval del mundo“…gozaba y se reía”, dice la canción.Y mientras esto ocurre en la ciudad y cada día recibimos anuncios de la construcción de miles de viviendas, millones de kilómetros de nuevos asfaltos, decenas de megaemprendimientos fastuosos y centenares de congresos y convenciones que cambiarán la historia de Mar del Plata y nos pondrán en el centro de un turismo internacional que colmará de paquebotes la impactante terminal de cruceros, la realidad nos muestra que cada cosa que se hace tiene como destino engordar la faltriquera del amo.Aunque para ello haya que violar groseramente normas y realidades.Aunque haya que sostener que Emprendimientos Terminal S.A. se presentó primero y por ello merece ser considerada como iniciador privado.No importa que lo haya hecho cuatro horas más tarde que su competidor. Ni siquiera es importante que no haya presentado en la ocasión la documentación mínima requerida para poder competir.Mucho menos importa que todo esto lo haya afirmado el propio Procurador Municipal en su dictamen.Y directamente nada importa que al día de hoy no se pueda saber quienes componen Emprendimientos Terminal S.A.No importa nada. Se hizo lo que se ordenó y punto…Y no nos pongamos acantar “ ¡¡cómo me duele y se ahonda mi herida!!” porque, la verdad…para no ver venir la puñalada había que estar algo más que distraído.
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