* Eduardo Cao
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Estar curado de espanto significa “no sorprenderse ante un hecho o situación por estar acostumbrado a ello”. Los argentinos estamos tan acostumbrados a tantas cosas, que día a día decimos estar curados de espanto. Es que somos objetivo en estas tierras australes, de todas las sorpresas imaginables, sean éstas una novedad o la reedición de los mismos sobresaltos que nos han envuelto en nuestra historia. Tanto que a diferencia de antes, ya no temblamos ante la conmoción. Sólo esperamos la próxima, mientras buscamos el remedio. “Probablemente tenga razón al pensar que la sociedad está curada de espanto y que estas cosas no son suficiente ya para estremecerla. Al menos, no existe la percepción de estremecimiento… Pero la tierra no tiembla porque la razón moral hace tiempo que se ha detenido” (Luis M. Alonso, en el sitio la opinión.es, a propósito de declaraciones del socialista ex presidente español Felipe González sobre la cúpula etarra)
Lamentable, pero así es. España, casi a medias con Italia, es la cuna de ciertas costumbres argentinas, no todas, pero gran parte de ellas. Para bien y para mal.
Y una de esas características culturales es el penoso acostumbramiento a estar en permanente “cura de espanto” que, si bien abruma ante cada circunstancia, tan rápido como volando cambia el eje del “tratamiento” para la supuesta “sanación”. Esto es, para graficarlo, no alcanzamos a “curarnos de espanto” por la inseguridad, la pobreza, la indigencia, el enfrentamiento, la ilegalidad constante, y hasta por alguna muerte, cuando nos sumergimos en otro método para erradicar lo que se nos impone como el “mal del momento”, aunque en definitiva no sea más que la reiteración de uno que ya atravesamos y del que nunca nos curamos.
Crédulos, o cómodos nosotros en permanecer en estado de persistente ignorancia, lo aceptamos, enfrascándonos en estériles discusiones que nos llevarán, con seguridad, a una única conclusión: todo pasa.
Después, a esperar la otra realidad, la de la próxima vicisitud.
El último dilema argentino ha sido provocado por la política y los políticos, en este caso, y por partes casi iguales, entre quienes, en los supuestos republicanos y democráticos, representan al pueblo.
¿De qué habla la gente hoy? Del cachetazo de la diputada Graciela Camaño a su par oficialista Carlos Kunkel.
Una actitud reprochable de la presidenta de la Comisión de Asuntos Constitucionales que fue atacada, dice (y testigos interesados dan fe de ello), por el kircherista del círculo áulico del poder, de reconocidos desplantes y agresiones verbales. Kunkel utilizó la libreta matrimonial de Camaño, esposa de Luis Barrionuevo, para su exabrupto. La diputada, su mano derecha abierta para descargarla sobre la cara del oponente.
Miles de argentinos adhirieron al calificativo de “fascista” que hizo el oficialismo de Camaño. Otros miles celebraron la cachetada. De la “razón moral” estancada de la que hablaba el analista español Alonso, nadie se ocupa.
Lo real, lo concreto, es que el desagradable episodio cumplió con un cometido: el de hacer naufragar la investigación parlamentaria de las presiones y ofrecimientos de “beneficios”, denunciados por varias legisladoras, para ausentarse de la sesión en que se trataría el proyecto de Presupuesto 2011 al que “no debía cambiársele ni una coma”, según las órdenes que partieron de la Casa Rosada.
No se ahondará en el tema de las prácticas espúrias en el Congreso, por más que las sospechas – y certezas de nuestra historia reciente- invadan al ciudadano de a pie, que, en definitiva, es el “mandante” de los representantes del pueblo. La cuestión pasó a archivo, descolocando a las denunciantes, y será la Justicia la que, con escasa y casi nula colaboración de quienes estarían en condiciones de dar pruebas, deberá seguir actuando.
Mientras, el Presupuesto del año próximo parece haber sido dejado para otra oportunidad. El Gobierno, para nada perjudicado, lo celebra: gestionará parte de 2011 con los números del aprobado con mayoría kirchnerista hace doce meses. Por más que trate de aparecer como víctima de una oposición cruel y mal intencionada, tanto en la Casa Rosada como en Olivos, hubo brindis: se dispondrá de casi 100.000 millones de pesos para repartir a discreción por la Jefatura de Gabinete, cuya influencia había dejado de existir en el que se debía considerar. Una cifra nada despreciable si se tiene como horizonte las presidenciales de octubre. Y antes, si se concretan, las todavía en duda internas abiertas y simultáneas.
Parece no haber demasiados argumentos para fustigar a los opositores: fueron útiles y, encima, dejaron una sensación de cisma en sus filas.
Lilita Carrió es el blanco preferido en el Acuerdo Cívico y Social de radicales, socialistas, “margaritos” (por el GEN de Stolbizer) y el resto de la socialdemocracia. El retorno de la fundadora de lo que fue el ARI y la Coalición Cívica había dado el portazo hace un tiempo y se ocupa, día a día con una llave diferente, a completar el cierre definitivo.
En la UCR –en cuyas filas hubo discrepancias en torno a dar o no quórum en el debate por el Presupuesto-, alfonsinistas y cobistas están ocupados en las últimas batallas, por el momento en el campo de la representación parlamentaria. Dicen que los seguidores del vicepresidente quieren desplazar a Gerardo Morales de la jefatura del bloque de senadores. “Sería lo correcto, después de que (Ricardo) Gil Lavedra asomara como presidente de la bancada en Diputados”, argumentó un hombre cercano a Julio Cobos. A propósito de Cobos: en marzo dejaría sus oficinas en el Senado –y por ello la línea sucesoria presidencial- en manos de José Pampuro, ya que pediría licencia para abocarse a la campaña. ¿Se entiende? Licencia y no renuncia como le reclaman desde el kirchnerismo
El problema en el PRO es complejo: a los cuestionamientos que recibió, y recibe, Federico Pinedo por la conducción del bloque, se le suma un “deshojando la margarita” de Mauricio Macri sobre la conveniencia de presentarse a las presidenciales como anhelan algunos que se sienten sus sucesores en la ciudad, o intentar seguir de jefe de Gobierno porteño. Un dato: en medio de los festejos tandilenses por su casamiento con Juliana Awada, tuvo tiempo para reuniones en las que se analizó adelantar el llamado a elecciones en el distrito y así “despegarlas” de las de octubre de 2011. Por supuesto, con el propio Macri encabezando la lista.
En cuanto al Peronismo Federal, la situación no ha variado: Reutemann volvió a su hermetismo habitual tras las declaraciones post renuncia a la mesa directiva del sector; Eduardo Duhalde ratificó su precandidatura una vez más, aunque Mario Das Neves, Alberto Rodríguez Sáa y Felipe Solá, sus potenciales competidores internos, sigan poniéndolo en duda.
Así están las cosas en esta Argentina de hoy, que sigue curándose de espanto con distintos tratamientos, hasta que logre curarse, y no sólo del espanto. Aunque parezca que no, depende de si nos proponemos, por fin, echar a andar la razón moral los que en ella vivimos.
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