Escribe Adrian Freijo
Teodoro Bronzini había cubierto 40 años de la vida política de la ciudad. Como Intendente, legislador o líder de un socialismo hegemónico a la hora de cosechar el voto popular, su nombre había sido referencia obligada cada vez que se hablaba de Mar del Plata.
Vehemente, discutido, honesto con la naturalidad de los verdaderos honestos, Don Teodoro se había ganado el respeto de propios y extraños, y fuera del pago chico todo el país conocía a Mar del Plata como "la ciudad de Bronzini".
Era a su vez un exponente de un tiempo político distinto y muy dificil de entender para las nuevas genaraciones.
La inestabilidad que campeó en la Argentina a partir de 1930 dió como resultado una generación de dirigentes acostumbrados a la "naturalidad" del golpismo.
Lo que hoy parece -y es- inconcebible no lo era tanto en el país de entonces; la palabra "golpe" integraba el diccionario cotidiano de los ciudadanos que en la mayoría de los casos se limitaban a "salir corriendo a comprar fideos y llenar la bañadera de agua" apenas Radio Colonia avisaba que había movimientos militares en la Argentina.
Tal vez por eso Don Teodoro y su partido no habían tenido grandes problemas con los gobiernos militares. Por eso y por un antiperonismo visceral que no ocultaba y que por el contrario ejercía con toda la acritud de la que era capaz.
Pero ahora era distinto...
Bronzini cumplía 90 años y la ciudad política y social se aprestaba a aprovechar la ocasión para pronunciarse lo más sonoramente posible en contra de aquel comisionado que la había tildado de "mediocre".
Lo sabía Russak, lo sabían lo militares...y lo sabía todo el mundo.
Pero..¿quién se atrevería a entorpecer un homenaje a ese prócer vivo de Mar del Plata?
El poder estaba asustado. Suspender o prohibir la demostración requería de algún argumento que no aparecía visible en el horizonte. Bronzini era, para todos, un ciudadano intachable.
El día del agasajo cerca de dos mil personas colmaban las instalaciones del Hotel Hurlingham; muchos estaban allí para rendir su homenaje al dirigente de impecable trayectoria, otros para mostrar presencia política....todos para expresar una reivindicación marplatense ante el agravio inferido.
Antonio Tróccoli por el radicalismo, Américo Ghioldi por el socialismo, Rayniero Bernal Presidente del Colegio de Abogados de Mar del Plata y de la Comisión de Homenaje y quien esto escribe compartían la cabecera con Bronzini y su hija representando a la familia.
Había una gran ansiedad por escuchar la palabra de aquél nonagenario que como el Cid Campeador volvía a cabalgar para ganar batallas pero, a diferencia de aquél, demostraba que estaba generosamente vivo.
Y Don Teodoro habló...
A los 90 años lo hizo sin leer, improvisando y con una firmeza en la voz que denotaba esa seguridad que sólo tienen los que están diciendo lo que quieren decir.
"Mar del Plata nunca necesitó de iluminados que viniesen a decirle lo que tenía que hacer. Hoy tampoco lo necesita..." sostuvo.
"Gobernar esta ciudad no ha sido ni es difícil" continuó, "a sus bienes naturales se le suma una población laboriosa, honesta y con visión de futuro".
"Visión de futuro que a veces parece faltarle a los gobernantes de la Argentina que siguen creyendo que la democracia puede tomarse o dejarse de lado de acuerdo a la conveniencia de los grupos económicos poderosos o al interés de facciones que aprovechan la recurrente debilidad de la institucionalidad nacional", afirmó el viejo caudillo socialista.
Aquellas palabras, fáciles de expresar en la actualidad pero no muy habituales en épocas de gobierno militar, fueron el núcleo filosófico de una alocución brillante, encendida y lúcida que nos puso a todos en la convicción de un Bronzini intacto a pesar de los años y claro en lo que quería decir y en el lugar en el que lo estaba diciendo.
Unos días antes me había recibido en su casa de la calle Alsina. Se divertía entonces con el temor que su presencia en el agasajo había despertado en las autoridades.
Aceptó concurrir al despacho principal de la comuna para recibir el homenaje oficial del comisionado Russak que, a pesar de estar invitado a la cena del Hurlingham, no deseaba exponerse a la segura rechifla que despertaría su presencia.
Ya en aquella oficina en la que tantos años de su vida había dejado Bronzini, serio y poco comunicativo con su anfitrión al que exprofeso ignoró al momento de su ingreso, nos dijo a los presentes: "yo dejé cuarenta años de mi vida en el servicio público. Sentado en este escritorio o fuera de él siempre tuve en claro una cosa: yo era un servidor público.Me debía al pueblo de Mar del Plata y por tanto mi obligación era trabajar mucho, hablar poco y sobre todas las cosas respetar a mis mandantes; no importa cual fuese su color político".
Todos sabíamos a quien le estaba hablando; en algunos de nosotros no pudo dejar de esbozarse una sonrisa que tenía mucho de orgullo marplatense.
Otros, y sobre todo el comisionado, debió bajar la cabeza para esconder la humillación.
Pero a nadie escapó que estábamos frente a un gigante de 90 años que seguía ejerciendo sobre sus interlocutores toda su capacidad de líder y todo su prestigio de hombre valiente y honesto.
Y que como un Cid insepulto, cuando muchos lo creían muerto para la política se subió a su caballo y ganó para Mar del Plata una nueva batalla de dignidad.
Muchos años después cuando como Director de LU6 bauticé al auditorium de la radio con el nombre de Teodoro Bronzini y observé desde el escenario la presencia de todo el poder y las fuerzas vivas de la ciudad rindiéndole el homenaje tardío que Don Teodoro hubiese merecido con el retorno mismo de la democracia, sentí interiormente que estaba pagando una parte de mi deuda como hijo de esta Mar del Plata con el hombre que más había hecho por su crecimiento y su futuro.
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