Escribe Eduardo Cao
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Al final del camino, ¿se recordará algo en el “País de Nomeacuerdo”? Será difícil, pero no imposible. Si todos los días se cambia de discurso, se declaran “enemigos”, o se buscan epítetos ideológicos aún más repudiables, la tarea puede resultar ímproba. Es que algunos siguen sin entender que muchas mentiras no hacen a la verdad. Y, sobre todo, les cuesta horrores –y hay “contagiados” con esa enfermedad- admitir aquello de que la realidad es la única verdad. Y si la realidad es negada, ¿dónde encontramos la verdad? En el país que descubrió María Elena Walsh, seguro que no. “En el país de Nomeacuerdo/ doy tres pasitos y me pierdo./ Un pasito para aquí,/ no recuerdo si lo di./ Un pasito para allá, /¡Ay que miedo que me da!/ Un pasito para atrás,/ y no doy ninguno más. /Porque ya, ya me olvidé/ donde puse el otro pie”( Del “País del Nomeacuerdo”, de María Elena Walsh -1930/2011)
El enemigo público número 1 del gobierno es Eduardo Duhalde. Al ex presidente sólo falta que le adjudiquen comandar el nuevo paro (y van…) del campo, porque todos los piquetes, tomas y enfrentamientos con saldo trágico, y hasta la carga de casi una tonelada de cocaína (¿en Morón, en Ezeiza?) que transportaba un avión y que fue confiscada en el aeropuerto de Barcelona, tienen vinculación directa con Duhalde, según funcionarios y el “periodismo militante” del oficialismo. El título de uno de los diarios que responden a la Casa Rosada sobre esta noticia, fue demostrativo de la obsesión kirchnerista por enlodar al precandidato del Partido Federal.
Sigue sin tener en cuenta la “intelitgenzia” gubernamental un detalle que, a pesar de vivir en la tierra de la que se ocupó María Elena Walsh en su canción infantil, es fácilmente detectable en la sociedad: ya muy pocos le creen.
Mientras a cada instante la política del “miente, miente, que algo quedará” se hace añicos, lo del avión de los hermanos Juliá y Miret parece encaminarse hacia un nuevo escándalo para el oficialismo, ya que los propios involucrados y detenidos en Le Prat aseguran que tamaña cantidad de droga fue cargada en la Argentina, y la Justicia investiga esta hipótesis, manejada más como una certeza, y apunta sus cañones a fallas, culposas o dolosas, de los controles que deberían funcionar y no funcionan.
Hagamos un punto y aparte con lo del enemigo público número 1 para ocuparnos de quien también ocupa el primer puesto, pero en este caso como “enemigo íntimo” del fundamentalismo kirchnerista.
Y sí, nos referimos a Daniel Scioli. El gobernador de Buenos Aires no se cansa de repetir que Cristina es la “candidata natural”, pero no le creen. Los escépticos de las propias filas oficialistas, ven en cada paso o decisión un lanzamiento “de alternativa” por si la Presidente, al final, decide no presentarse. La posibilidad de que se aparte de la competencia, hoy parece ser al menos improbable: antes de partir a su viaje a Medio Oriente y Europa, habrían logrado, desde su entorno, convencerla que para “el modelo” ella era imprescindible.
Si bien Scioli figura entre los preferidos de las encuestas para las presidenciales de octubre, en estos momentos no las tiene todas consigo: aumentó un 274% el impuesto inmobiliario que pagan los bonaerenses, y se enfrascó en la interminable discusión de la baja en la edad de inimputabilidad para los menores que cometen delitos sangrientos.
Lo del incremento impositivo provocó reacciones lógicas y no proveniente del sector pudiente de la sociedad bonaerense. Es que una casa tasada en un peso más de 200.000 (50 mil dólares) deberá pagar ese 274%. Se nota que ni quien aconsejó la suba ni quienes desde los poderes legislativo y ejecutivo, se dieron una vueltita por las inmobiliarias de cualquier ciudad de más de 100.000 habitantes: a ese precio es difícil, sino imposible, conseguir una vivienda familiar para la clase media que, con mucha suerte, consiguió un hipotecario. Además, como consignaron algunos medios, las propiedades de mayor valor tuvieron revalúos años atrás, y ahora, en barrios cerrados el aumento llegaría al 20%, al tiempo que en algunos puntos del conurbano el alza rozaría el 100%.
El segundo de los coyunturales desvelos de Scioli (justo es decirlo, en este caso tan coyuntural como para la propia sociedad de “El país de Nomeacuerdo”… perdón, de la Argentina), es de los menores delincuentes. Por enésima vez (¡perdón!; sé que me quedé corto) reclama el mandatario provincial reducir la edad de imputabilidad. Quizá no le falten razones para pedirlo, pero enseguida le contestaron desde el propio gobierno nacional: “no”. La respuesta encerraría el habitual doble discurso kirchnerista, ya que por un lado la bandera de la inseguridad podría ser aprovechada por un Scioli candidato potencial y por el otro desnudaría la impotencia del Estado actual para encontrar la contención adecuada de los chicos delincuentes. Es más fácil derivar la responsabilidad a los jueces, no siempre coherentes a la hora de interpretar la ley.
Un ejemplo: en una emisora radial capitalina, que retransmite por FM en Mar del Plata, escuché un caso comparativo de esta situación que tiene como rehenes y víctimas a los ciudadanos.
Hace tres o cuatro meses, un menor entró en una despensa del conurbano y pidió que le vendieran una botella o un “tetra” de vino. El dueño se negó y el chico fue al estante, retiró lo que había pedido y salió, sin amenazas ni agresiones. Lo detuvieron por robo y todavía está preso en un centro de contención “cerrado”, es decir sin salidas.
Tiene la misma edad del que mató, delante de un hijo de 11 años, a un empleado de Seguridad Vial de la Provincia, que salía de su casa en Tolosa, un barrio de La Plata. El homicida, que actuó junto a otros dos menores, recuperó su libertad cuando el cuerpo de su víctima aún no había sido inhumado.
De nuevo una sociedad jaqueada por la inseguridad y la muerte, está inmersa en una discusión masiva sobre imputabilidades e inimputabilidades. Como tantas veces que fue noticia, dejó de ser noticia, volvió a ser noticia y así se convirtió en el infinito
La discusión, en el poder y la política, no pasa por esos parámetros: las internas de las internas, las abiertas, las presidenciales, y quién o quienes serán culpados por los desaguisados propios o el desorden imperante en el país. ¡Huy! puse “desorden” (para el diccionario, desbarajuste, desconcierto, desorganización, fárrago, mezcolanza, anarquía, confusión), que en el idioma de los que mandan aquí y ahora, tiene otra acepción; algo así como “destituyente”. Y bueno, habrá que “bancarse” la etiqueta ideológica. En definitiva, es lo mismo que se “banca” las tres cuartas partes de los argentinos para quienes el orden no tiene ideología, sino que es una manera de encarar una vida digna, más tranquila, con menos sobresaltos.
CONCLUSIÓN TELEVISIVA
Final con diálogo de serie de TV, que no tiene nada que ver con lo anterior… o a lo mejor sí…:
Booth: Todos los hombres en este país querrían dormir contigo.
Brennan: ¿Eso es un cumplido hacia mí o una crítica al país entero?
(Booth, detective del FBI y Brennan, antropóloga y escritora, son los protagonistas de la serie “Bones”)
caoelretrato@live.com.ar
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