Escribe Hugo Grimaldi para la
Agencia de Noticias DyN
Faltan 200 días para las elecciones. En política, un mundo y sobre todo en un país que no da respiro y que ya ha adquirido una alta dinámica electoral a partir de decisiones convulsivas, operaciones mediáticas y declaraciones altisonantes, a veces contradictorias, cuando no falaces, que pretenden reemplazar las ideas por los efectos del marketing y que parecen atender más el posicionamiento ideológico de las fuerzas políticas que las necesidades de los ciudadanos.
La foto actual es una, pero en el rodaje de la película rumbo a octubre todavía pueden suceder tropiezos garrafales o sumarse grandes aciertos de todos lados que cambien el final que hoy muchos suponen puede tener la historia. Mucha agua aún puede correr bajo los puentes.
Por parte de los votantes, por ejemplo, está en proceso de evaluación la decisión del Gobierno nacional de darle un uso diferente a la Policía Federal que cuidaba a la ciudadanía en hospitales, escuelas y cementerios porteños a partir de la asignación de tareas "adicionales". Esta última palabra no es ociosa en la descripción del problema, ya que da la clave de la naturaleza política del enfrentamiento entre las jurisdicciones. Mauricio Macri se ha convertido en las encuestas, todavía provisorias de toda provisoriedad, en el segundo político más votado después de Cristina Fernández.
Paradójicamente, ninguno de los dos aún ha dado un sí definitivo a su candidatura. La Presidenta está siendo tironeada por su triple interna (la izquierda K o cristinismo, la CGT de Hugo Moyano y pejotistas varios), quienes tratan de ganar espacios ideológicos y puestos varios en las listas.
Todos dicen públicamente "Cristina es la candidata", algunos para obligarla a serlo y quizás para no perder prebendas, otros porque creen genuinamente en el proyecto y expresan sus deseos y otros para no mostrarse fuera de alineamiento. Pero lo cierto es que con 99 por ciento de las posibilidades a favor, si bien se entiende que estratégicamente ella misma debe demorar hasta el final la decisión, una búsqueda de la reelección por parte de Cristina no es aún un hecho cierto.
Su discurso del jueves reabrió la duda y vale releer completo un párrafo textual para darle algún crédito a esa mínima posibilidad, sin olvidar que desde el "pingüino o pingüina" la táctica menottista del "salir para entrar" ha sido siempre un juego muy caro a los Kirchner: "Yo creo que lo estamos logrando, yo creo que lo vamos a lograr y ése es mi empeño principal en este paso temporal, absolutamente temporal y se los digo con absoluta frialdad y convicción. La temporalidad de las cosas (es lo) que hace que por lo menos esta argentina no se (la) crea, como otros por ahí se la han creído y así les ha ido. Yo creo, sinceramente, en que todos tenemos un tiempo y en todo caso, lo importante en ese tiempo que nos toca ocupar responsabilidades institucionales es haber puesto lo mejor de uno".
Sin tanta dialéctica, otro tanto ocurre con Macri, quien deshoja la margarita no entre dos candidatos, como se dice habitualmente, sino entre tres. Establecido ya el adelanto de fecha de la elección del distrito fuera de las presidenciales, el jefe de Gobierno deberá decidir si le da vía libre a Gabriela Michetti o a Horacio Rodríguez Larreta para que intenten la sucesión o si él mismo va por la reelección.
Para entender el caso de la Policía como parte del enfrentamiento político entre ambos cuasi candidatos no hace falta mirar el Diccionario: Algo "adicional" es algo complementario, en este caso un extra pagado por la Federal como Horas Extraordinarias, en un monto que implicaba para el bolsillo de los efectivos asignados una suma que redondeaba en algunos casos casi la mitad de sus ingresos mensuales. Dicho sea de paso, la Jefatura de Gobierno porteña estaba en mora con la Nación, ya que hacía varios meses que no atendía los pagos en tiempo y forma.
Sin embargo, cuando la ministra de Seguridad de la Nación, Nilda Garré dispuso sacar esa custodia "adicional" de los edificios de la administración porteña afirmó que ese atraso dinerario no era el motivo central de la decisión. Más bien lo justificó en un tema de fondo, como es la necesidad de tener "más policías en la calle" y en otro no menos importante, pero que sonó a excusa, como la situación de tensión psicosomática que el exceso de trabajo podía causar en los agentes.
Lo evidente es que las dos razones juntas no son complementarias, sino contrapuestas y que ése ha sido el modo demasiado infantil en que la ministra se puso al cuello su propia soga, a la hora de jurar que no se trataba de una decisión para perjudicar a los porteños, sino para cuidarlos mejor. La lógica indica que quien hace un trabajo considerado "adicional" cumple además con su servicio de modo regular. Entonces, si ya no está más cuidando una dependencia porteña debería volverse a su casa. Pero si se quedara en la calle, como pretende el Gobierno para mostrar actitud, ¿quién dice que ese patrullaje extra no afectará su estrés?
Lo más patético del episodio, lo que también marca la intencionalidad política del asunto, fue el apuro de Garré para decir "desde mañana", pero cuando al día siguiente el jefe de la Federal actuó en consecuencia y sacó la vigilancia, tuvo que admitir en paralelo que no correspondía ya que, tal como lo prevé una cláusula del contrato con la Ciudad, tuvo que avisar por carta con 30 días de anticipación que el servicio cesaba el 6 de mayo. Por supuesto que no hubo quien asesorara a Garré para que no se tirara a la pileta, pero ante el hecho consumado los federales no volvieron y la Nación se compró un juicio.
Por el lado del Gobierno porteño, la seguridad no pareció tampoco importar demasiado, aunque recién hacia el fin de la semana intentó dar algunas respuestas orgánicas con coberturas de algunos lugares por parte de la Policía Metropolitana. Es verdad que no tiene efectivos para organizar un reemplazo inmediato, algo que ya se sabe porque los planes de incorporación de agentes y de cobertura de los barrios está programada desde hace tiempo, pero cruzarse de brazos sólo para mostrarse como víctima es también una forma de liberarle la cancha a la delincuencia.
En este caso, la situación de inseguridad en los hospitales quedó al desnudo, ya que en casos extremos de intoxicados o de heridos de bala o cuchillo que llegan a las Guardias, la presencia de los federales dentro de ellos era un fuerte disuasivo para evitar que alguno intentara llevárselos por la fuerza o presionar a los médicos para que los atiendan, más allá de los robos al personal, pacientes o familiares que podrían producirse.
Por ese motivo, los médicos y enfermeras de todos los hospitales porteños han paralizado la atención hasta que puedan conseguir una cierta custodia que les dé garantías. Lo que empezó siendo un operativo para mostrar uniformes de los federales en las calles y no los de la Metropolitana, un buen marketing en tiempos electorales, se transformó para el Gobierno en inacción manifiesta con consecuencias aún no definidas, en lugares donde más se requiere la presencia policial de agentes entrenados, espacio que la Ciudad intentará emparchar en el mientras tanto con policía privada.
No es la primera vez, que miembros del Gobierno nacional ejecutan operaciones políticas cargadas de mala praxis de la que luego les resulta difícil salir, como fue el caso del canciller Héctor Timerman con la carga del avión de los Estados Unidos o el implícito aval al bloqueo de los diarios Clarín, Olé y La Nación o la prisión de Gerónimo Venegas o aún el caso del exhorto suizo que pretendió limar a Hugo Moyano. Salvo aquella apelación a la soberanía en el caso del avión, cuando Cristina Fernández no hace demasiadas referencias a estos temas en sus discursos es porque no desea quedar pegada a las chapucerías de sus colaboradores.
Sin embargo, la tranquilidad para el Gobierno está en que tantos errores juntos para embarrarle la cancha a opositores y aún a supuestos amigos, hasta ahora no parecen importarle a la opinión pública, sobre todo a la clase media, que sigue privilegiando el consumo feroz y ningunea el peligro de la suba de precios, convencida de que no hay peligro de desbordes. Una encuesta de la consultora Poliarquía revela que la inflación es un tema de cuarto escalón en la consideración pública y, desde ya, que la inseguridad está primera como problema a resolver.
Justamente, en este punto la Nación tiene una gran asignatura pendiente con la ciudadanía, ya que el kirchnerismo se pasó los ocho años de su gestión en procesos de prueba y error, con la negación del problema como estandarte, sobre todo por parte de Aníbal Fernández, quien acaba de ser castigado muy feo por un asesor de Garré, el abogado procesalista Alberto Binder. El experto señaló que la Policía Metropolitana fue un "invento mal parido" y acusó al actual jefe de Gabinete de no haber permitido "nunca" hacer un traspaso racional de la Federal a la Ciudad, cuando estuvo a cargo de la cartera de Justicia y Seguridad.
Ahora, en un rapto de honestidad brutal, en un encuentro con militantes kirchneristas rumbo a lo que serán las "mesas barriales" de control policial, a partir de un Programa que busca la "participación popular en todo el país de modo gradual" con el asesoramiento de la Universidad de las Madres de Plaza de Mayo y la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, la ministra acaba de descubrir que esa misma Policía Federal que convivió con este Gobierno y con el anterior durante tanto tiempo es "el problema más serio y más complejo que tenemos" y que las comisarías "extorsionan a los comerciantes a los que les pide dinero a cambio de protección y a los inmigrantes que no tienen sus papeles en regla y a los vendedores ambulantes para no molestarlos y a las cocinas de droga para hacer la vista gorda". Todo un giro que seguramente tampoco muchos votantes han procesado todavía.
En materia estrictamente electoral, lo que ha pasado en estos últimos días es que el embudo de candidatos comenzó a cerrarse de modo inexorable, rumbo a la recta final. Mario Das Neves y Julio Cobos han quedado en el camino, mientras otros revisan por estas horas sus postulaciones (Fernando Solanas, Elisa Carrió) y uno más espera hasta que terminen sus internas (Eduardo Duhalde o Alberto Rodríguez Saá). También hay otros casi afuera que se esperanzan en que la Presidenta diga que no se anota (Daniel Scioli) o en lograr un batacazo en las primarias de agosto (Felipe Solá, Ernesto Sanz).
En las postrimerías del período probablemente queden en oferta tres grandes bloques de partidos que los analistas señalan que, en primera instancia, deberían mostrar sus pergaminos ante la sociedad para lograr cierta polarización entre dos de ellos, rumbo a un balotaje. Estos todavía proyectos de acuerdos, alianzas, concertaciones o como decidan llamarse, se ubicarán casi todos mostrándose bien moderados en el centro del espectro político, con leves oscilaciones hacia izquierda y derecha para no espantar a nadie. Como están las cosas, los probables bloques deberían ser encabezados por el kirchnerismo y sus aliados por izquierda, por la conjunción socialista-radical y por el Peronismo Federal más el PRO.
En cuanto al discurso ideológico, los K y el Acuerdo Cívico van a intentar seducir al mismo electorado "progresista" con mayor o menor populismo, mientras que el ACS se cruzará con el polo de centro-derecha en cuestiones institucionales y especialmente por el lado de la distribución del ingreso. En tanto, el desafío para el PRO y sus aliados será explicar cómo hacer para restaurar los valores y para que se entienda que querer bajar la inflación no es sinónimo de ajuste. Para ello, tienen en la manga el Plan "9-6-4-4" que no es un número telefónico, sino los porcentajes que se propondrán año tras año como metas inflacionarias desde 2012 en adelante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario