Escribe Ramiro René Rech
Aunque tenía menos de 10 años, recuerdo perfectamente algunas cosas que pasaron ese día y algunos de los siguientes.
Para empezar, el mismo 2 una señora de guardapolvo, que después no enteramos que era la directora de la escuela, nos reunión a todos los alumnos en el patio para darnos un encendido discurso que nunca entendimos.
Nos habló de un día histórico, de soberanía y de Patria, aunque siempre me pregunté por qué no hacía Patria yendo a la escuela todos los días y no a fin de año o para dar arengas marciales a chicos de 10 años.
Recuerdo muchos compañeros míos festejando en los recreos cuando “bajábamos” algún avión inglés y lamentándose cuando era alguno nuestro, además del permanente “balance” del día. “Hoy vamos dos a uno” decían, como si fuera un partido de fútbol.
Lo que no recuerdo es alguna maestra o padre tomando cartas en el asunto.
Y hablando de fútbol, recuerdo que el campeonato siguió como si no pasara nada.
Tenía clases particulares de inglés con una chica muy buena, hija de un matrimonio inglés que había vivido toda la vida en el mismo barrio y se había ganado el respeto de sus vecinos. Todavía recuerdo su llanto incontenible cuando nos dijo que no podría seguir con las clases porque se mudaban debido a que los mismos vecinos habían apedreado su casa y amenazaban golpear a sus padres mayores.
Tampoco puedo olvidarme de la sorprendente actitud de mi nona, una de las millones de personas que escapó de la Segunda Guerra Mundial. A pesar de que casi no conocía a sus vecinos porque sólo salía de la casa para hacer las compras, ese 2 de abril fue a tocarle el timbre uno por uno, desesperada, para preguntarles cómo apoyaban semejante locura. Se murió sin entenderlo.
Son cosas sueltas que recuerdo y que me llevan a pensar en la irracionalidad y fanatismo a los que lleva una guerra.
Por supuesto no estoy descubriendo la pólvora, pero me asustó mucho vivirlo tan de cerca y tan de chico, y como no he leído nada al respecto quería compartirlo.
De todos modos, lejos de ser pesimista, me alegra constatar hoy la evolución que hemos tenido como sociedad, ya que estoy seguro que hoy la ciudadanía no apoyaría hoy otra guerra (ni otro golpe de Estado, dicho sea de paso).
También creo que la Guerra de Malvinas no se debió a que Galtieri fuera un borracho sino un asesino inescrupuloso e imbécil que decidió salvarse políticamente sobre la vida de muchos argentinos y creyó que podía enfrentar una de las fuerzas armadas más poderosas y viejas del mundo, enormemente superior a las nuestras, y de un gobierno con una capacidad política y económica para hacer alianzas, también infinitamente superior a la nuestra. Y todo bien sobrio.
Y creo que personas como Galtieri y decisiones como la Guerra de Malvinas sólo son posibles en dictaduras, donde el mandamás decide sin partido opositor ni prensa libre ni justicia independiente ni ciudadanos que manifiesten ni pensando en las próximas elecciones.
De hecho, la historia demuestra que entre países democráticos prácticamente no hay guerras.
Por todo eso, quizás el mayor legado de los combatientes de Malvinas haya sido nuestro rechazo a toda forma de gobierno dictatorial y nuestra defensa incondicional de la democracia.
Ni más ni menos
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