Escribe Eduardo Cao
para El Retrato de Hoy
Decididamente, julio fue el mes de los cachetazos a las ansias hegemónicas del poder K. Se veía venir, quizá no tanto con la exactitud de la fecha, como sí por la reiteración de actitudes provocativas, que lo fueron no sólo contra el “enemigo” natural –la oposición- en la singular batalla que emprendieron desde Olivos y Balcarce 50 para imponer el “modelo”, sino contra la mayor parte de la sociedad, urbana y rural. El último cachetazo –casi una paliza- fue en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, con el triunfo, amplio, de uno de aquellos elegidos como enemigo: Mauricio Macri. Cerca del 29 por ciento de diferencia le sacó el jefe de Gobierno porteño en ejercicio al kirchnerista Daniel Filmus, aumentando la brecha abierta en 2007. En aquel año, Macri apenas superó el 60 por ciento y Filmus se acercó al 40, porcentaje que bajó a un magro 24 por ciento cuando de la elección presidencial de Cristina Fernández de Kirchner se trató, meses después.
No alcanzó entonces para evitar que CFK se instalara en la Casa Rosada, pero los porteños sentaron un precedente. Y el domingo ratificaron, luego de cuatro años del sitiado mandato de Macri, que muy lejos están de dejarse convencer con el aturdimiento del repetitivo discurso oficial. El mismo discurso oficial que les prometía el oro y el moro siempre y cuando ungieran al candidato oficialista, rodeado y apabullado por una corte setentista elegida a dedo.
PROTOCOLO Y REPETICION
Pareció el principio de un cambio gestual el llamado de felicitación de la Presidenta a Mauricio Macri. Por lo menos, se pensaba, había levantado el teléfono, como no lo había hecho en la primera vuelta el 10 de julio ni al socialista Antonio Bonfatti en Santa Fe, hace unas semanas.
Sin embargo, en minutos, esa impresión, esa esperanza de, al menos, buenos modales democráticos, quedó hecha añicos: el ministro Florencio Randazzo, una de las espadas que habitualmente expresan al cristinismo-kirchnerismo, argumentó la derrota desarrollando la remanida hipótesis de que “la interlocución entre los dirigentes políticos y el ciudadano se dan a través de los medios”, y entre esos medios insistió en culpar al multimedios Clarín con el que, admitió, el Gobierno libra “peleas de intereses”.
Para el responsable oficial de las relaciones políticas e institucionales internas del país, “se habló muy poco de que el Jefe de Gobierno está procesado. Y se ha hablado muy poco la campaña sucia contra el candidato del Frente para la Victoria”. Todavía el relato supera a la realidad en el kirchnerismo.
En esa interpretación recurrente, los porteños ahora, los santafesinos hace unos días y seguramente los cordobeses el domingo 7, votaron con el diario –cualquiera sea su marca pero siempre opositor, claro está- bajo el brazo.
¿DEL GRAN BONETE?
Otra de Randazzo: “Hay que ver de quién son los votos del PRO”. Por ahora, y hasta el 14 de agosto, la duda que planteó el ministro nacional, tiene una respuesta explícita: del partido de Macri, de la centroderecha, como le gusta ideologizar al Gobierno.
Si la frase-interrogante hubiera tenido otra construcción semántica, olfatearíamos algún atisbo de reconocimiento de la realidad por parte del kirchnerismo. “Habrá que ver a (no “de”) quien van (no “de quien son”) los votos del PRO”, por ejemplo.
Además de estar mejor redactada, la incertidumbre de la dirección del voto mayoritario de los porteños, se constituiría en un dato de esa realidad que reemplazó, sin dudas, al “ya ganó” que circulaba hasta hace poco más de mes.
Esto es así, sin vueltas ni pretensiones de tratado sociológico, porque hasta el 14 de este mes la misma pregunta deberían hacerse el oficialismo y la oposición.
Ni Cristina “ya ganó” ni Duhalde, Alfonsín, Carrió, Binner o Rodríguez Sáa, pueden adjudicarse “la bendición” del votante capitalino, santafesino y, quizá, cordobés. Y si me apuran, hasta incluiría a Mauricio Macri en esa lista: ni siquiera convertido en el “Gran Elector” por obra del apabullante triunfo de los dos domingos de julio, es el “dueño” de las voluntades ciudadanas.
Si bien sonó protocolar a los oídos escépticos, Macri dijo que conversará con todos los candidatos a la Presidencia para saber cuáles son los proyectos para la Ciudad. Se tomó, ese discurso, como un “parar la pelota” y, para seguir con términos futboleros, esperar el desarrollo del primer tiempo al que luego seguirán dos más. En definitiva, eso es el 14 de agosto, un sondeo inicial más que primarias, para dar paso a los partidos “por los puntos”, el 23 de octubre y, quizá, la segunda vuelta.
Esto ocurrirá si la jueza electoral María Romilda Servini de Cubría recibe los fondos que reclama para que se ejecute el comicio y que hasta ahora el Ejecutivo le retacea, tal vez buscando una eclosión.
De cualquier manea, la cuestión electoral está arrojando una claridad que hace meses no tenía: la Presidenta no ganó antes del acto democrático, como tampoco perdió, aunque las derrotas cosechadas hayan sido impactantes. Y de eso tienen que tomar nota sus oponentes en las inminentes y en las mediatas elecciones.
caoelretrato@live.com.ar
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