Por Claudia Rucci
para Perfil.com
A 120 horas de la asunción de la Presidenta y sólo 72 de la del gobernador bonaerense, el balance ya incluía la instalación de dudas respecto de la gestión del general Perón en relación con los derechos de los trabajadores; la clara diferenciación entre “los que apoyan a Perón” y “nosotros, que lo superamos”; la provocación a la dirigencia sindical de considerar “extorsión y chantaje” sus reclamos; un acuartelamiento policial por el intento de sancionar ejemplarmente el maltrato a La Cámpora; una movilización al Congreso y cortes de ruta en muchas provincias por la decisión presidencial de considerar a la ley que promueve la “desaparición” de Uatre con la misma urgencia que el Presupuesto o la Ley de Tierras; una virtual ruptura con uno de sus principales aliados y, a la vez, el enfrentamiento con la CGT que consideró al PJ manipulado por el oficialismo como una “cáscara vacía de peronismo”.
En democracia, las elecciones legitiman, sin duda. ¿Pero habilitan a ir por todo, por todos, contra todos? Seguramente, no. Las consecuencias de este error ya se empiezan a ver. Sólo en un sentido esta realidad tiene comparación con los 70: en la actitud adolescente del oficialismo de “agudizar y profundizar la contradicciones”, de pretender poner “blanco sobre negro”, aunque lo blanco no sea tan blanco y lo negro no sea tan negro…
La visión setentista de la que presumen desde el poder es tan sesgada como la que se tiene en muchos otros aspectos. Se la “relata” del modo que conviene. Se toma lo peor de la experiencia (el enfrentamiento con Perón y el peronismo tradicional, la confusión deliberada del “enemigo”) y se renuncia a lo mejor (los ideales, el sacrificio, la rebeldía). Como entonces, la toma de decisiones es cerrada y realizada por un núcleo pequeño, proclive al error. La acción –en cambio- es llevada por muchos, honestamente convencidos de la justeza de la causa.Por lo demás, ni quienes van a formar parte del inevitable choque que se vislumbra y hoy reclaman con justicia que la crisis la paguen los “amigos del poder” son “la derecha del movimiento”; ni quienes recitan desde el poder consignas que no sostienen son “la izquierda del movimiento”. Esto es otra cosa. Y por suerte, en estos tiempos, los exponentes de las “vanguardia lúcidas” no asesinan por pensar y actuar distinto, como ocurrió con mi padre y tantos otros. Hace poco, Hernán Brienza, periodista oficialista, expresó en una nota: “Cualquier grupo cerrado deviene finalmente en un aparato conservador, elitista, reaccionario”. Me pareció tan a la medida de estos tiempos, que me tenté de preguntarle si era una autocrítica. Se enojó, pero de a poco me dará la razón.
*Diputada del PJ disidente.
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