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A días de la crucial elección de octubre, Carlos Fernando Arroyo sostiene 
que dará el batacazo levantando el paupérrimo 5.09% de votos obtenido en
 la PASO convirtiéndolo en un triunfo histórico.
Un evento menor ocupó por algunas horas la atención pública. Los dichos 
de Hernán Mourelle, el controversial ex secretario de Hacienda yendo a 
la yugular del debate interno de Agrupación Atlántica y cuestionando en 
duros términos al hijo del intendente, Guillermo Arroyo.
Mourelle, en la misma jornada en que desató el batibarullo con el hijo
 intendencial, marcó el final de su gestión al frente de Hacienda. Habló
 para un programa de la televisión local con tremendas consideraciones
 hacia Guillermo Arroyo. Ese lenguaje, y no el fondo de la cuestión (los
 fondos para el consejo delibérate), fueron clave en la blitz que Guillermo
 Arroyo lanzó hasta lograr su remoción y, como daño colateral, la de de dos
 funcionarias más cuyos ingresos se los atribuye al ex secretario de
 Hacienda.
Lamento que Arroyo esté atrapado en una prisión emocional que lo lleva
 a tomar decisiones que no son adecuadas para su gestión. Lamento que
 Mourelle nunca haya comprendido la naturaleza inevitablemente breve 
del paso por los sillones del poder, y que ciertas señales no pueden ignorarse.
 Lamento que la mejor gestión desde Ángel Roig a la fecha se vaya de este 
modo, en medio de debates estériles y papelones menores. Son las decisiones
 de cada uno, no es el destino que, per se, no determina nada.
La verdadera cuestión en debate quedó lejos de la mirada publica por la
 trivialización entre los actores de aquello que debe corregirse al respecto
 de la disposición de los recursos públicos. Esta es una pelea en la que el
 ex secretario de Hacienda tenía la razón administrativa, la razón moral, y 
la razón política. ¿Qué ocurrió y de qué se trata esta disputa?
En la provincia de Buenos Aires rige una ley que determinó que el monto
 de gasto para el funcionamiento de los concejos deliberantes no puede
 superar el 0,2% del presupuesto total de cada ejercicio, bajando dichos 
recursos en 1,5% tal como ocurría desde 1983. Dicha ley rige desde este año.
 Allí el inicio de un debate que inició alrededor de cuestiones técnicas y
 políticas y que mutó en una pelea personal entre Guillermo Arroyo y 
Hernán Mourelle, con el resultado que conocemos.
En esta semana, Roberto Cachanosky puso en negro sobre blanco lo que
 está ocurriendo en los legislativos argentinos: medido en euros, un diputado 
argentino cuesta dos veces más que un diputado español. Si se trata del
 Senado, la diferencia es brutal: un senador argentino cuesta diez veces más 
que un senador español. Esa era la discusión pública que había que dar.
 Llevarlo al lugar que se llevó sólo aleja del vecino la realidad de lo que
 ocurre con el dinero público, beneficiando de modo desmesurado a unos
 pocos en detrimento del conjunto. Una pena. Es una oportunidad perdida
 en un final difícil y triste para la sociedad