Los poetas tienen la gracia singular de saber sintetizar con pocas palabras muchos y profundos conceptos. He aquí la poesía que traen las Vísperas de esta fiesta: "Reina y Madre, Virgen pura, que sol y cielo pisáis, a vos sola no alcanzó, la triste herencia de Adán. ¿Cómo en vos, Reina de todos, si llena de gracia estáis, pudo caber igual parte de la culpa original? De toda mancha estáis libre: ¿y quién pudo imaginar, que vino a faltar la gracia, en donde la gracia está? Si los hijos de sus padres, toman el fuero en que están ¿cómo pudo ser cautiva, quien dio a luz la libertad?".
Y el de Laudes: "Ninguno del ser humano, como vos se pudo ver; que a otros los dejan caer, y después les dan la mano. Mas vos, Virgen, no caíste, como los otros cayeron, que siempre la mano os dieron, con que preservada fuiste. Yo, cien mil veces caído, os suplico que me deis, la vuestra, y me levantéis, porque no quede perdido. Y por vuestra Concepción, que fue de tan gran pureza, conserva en mí la limpieza, del alma y del corazón, para que de esta manera, suba con vos a gozar, del que sólo puede dar, vida y gloria verdadera".
Hoy es el día grande para el cielo y para la tierra. A la Virgen María, que ya había sido proclamada como Madre de Dios y como Virgen antes del parto, en el parto y después del parto, le faltaba todavía que le fuera engarzada en su corona refulgente esta perla preciosísima de su CONCEPCIÓN INMACULADA. Así lo defendían durante siglos tantos y tantos fervorosos santos y profundos teólogos. Pero la cosa no estaba clara del todo ya que había que salvar los dogmas de la universalidad del pecado como hijos de Adán, y, sobre todo, la universalidad de la salvación realizada por Jesucristo. Santos tan enamorados de María como San Alberto Magno, San Bernardo, Santo Tomás de Aquino, recurrían a argumentos teológicos que defendían que, aunque hubiera sido unos instantes, o de forma ininteligible para la mente humana, era necesario que la Virgen hubiera estado algún tiempo bajo el dominio de la serpiente infernal. No lo vio así Duns Scoto, Juan Bacon y otros autores también famosos ya que defendían que había dos clases de redención: Que redime de algo caído y que preserva para impedir que se caiga. De esta segunda forma había sido redimida, es decir, de modo mucho más sublime, la Virgen María, porque estaba designada para ser la Madre del Redentor. En vistas a ello fue "preservada de toda mancha de pecado antes de ser concebida en el seno de su madre".
Esta verdad llegará a ser dogma definido, aunque ya hacía siglos que era verdad profesada por la mayor parte de la cristiandad, el día 8 de Diciembre de 1854, por la bula Ineffabilis Deus del Papa Pío IX. Este mismo Papa dijo en aquella ocasión: "La Virgen fue toda pura, toda sin mancha y como el ideal de toda pureza y hermosura; más hermosa que la hermosura, más bella que la belleza, más santa que la santidad y sola santa, y purísima en cuerpo y alma, la cual superó toda integridad y virginidad". En la Bula definió: "La doctrina que afirma que la Virgen, en el primer instante de su concepción, fue preservada inmune de toda mancha de pecado de origen por una singularísima gracia y privilegio de la omnipotencia divina y en atención a los méritos del Redentor del género humano, es doctrina revelada y ha de ser así creída por los cristianos".
Cantaban nuestros clásicos: "Pudo, quiso, luego lo hizo". El "Ave María Purísima" será el grito que brotará de todo hijo bien nacido hacia su Madre. En España durante siglos nuestros reyes, santos, literatos, militares y todo el pueblo defendía y vivía este dogma mariano. España la eligió como Patrona de la nación y difundió su devoción por todos los países americanos. España siempre inmaculista gozó aquel 8 de Diciembre de 1854, como debe hacerlo todos los años cuando llega este día.
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