*Eduardo Cao
http://www.elretratodehoy.com.ar/
Nos falta imaginación para una Argentina, y quizá hasta buena parte del mundo, transformada en un lugar donde las palabras y las cosas tengan vinculación con la realidad. Y esto de ser escépticos no nos deviene sólo de las políticas de turno, que sí aportan lo suyo, sino de nuestra característica social. Tal vez de nuestra propia historia, de nuestra propia cuna.
Esa característica social nos empuja hacia la credibilidad absoluta o hacia la desconfianza, casi siempre también absoluta, sin escalas. O una u otra, sin términos medios.El postmodernista Michel Foucault recalcó en toda su obra literaria el abismo que existe entre las palabras y las cosas, título, en 1966, de uno de sus trabajos trascendentes. Y también desarrolla su teoría de que la verdad –nosotros nos permitimos reemplazarla por realidad, aunque ésa no haya sido la intención del escritor francés- tiene directa vinculación con la movilidad histórica de las sociedades, que determinan, en cada período, lo que es aceptable o no.A pesar de que la historia base de estas reflexiones tiene su “explosión” en otro país, Uruguay, el y los protagonistas son argentinos. No podía ser de otra manera.Allí se puso en evidencia la relación entre las palabra, las cosas y la verdad - realidad. De fútbol se trata.Las cosas: la Selección dirigida por Diego Armando Maradona, clasificó al Mundial sudafricano a los tumbos y con angustia. Jugó mal, según los expertos. También para los que no estamos en esa especialidad periodística, pero que padecimos sensaciones tan encontradas como euforia y aburrimiento hasta casi dormitar. Salvo cuando terminó el partido en el Centenario, y festejamos. O quisimos hacerlo, allá en Montevideo, y aquí, en la Argentina. La cuestión, o la cosa, pasó a desarrollarse en otros andariveles. Las palabras: Habló Maradona y dijo lo que dijo sobre dos de las prácticas de sexo que pretendía haber consumado con sus detractores del periodismo deportivo. Esto, luego del triunfo y sin secarse la transpiración ni bañarse. Sorpresa y reacción de los que se sintieron aludidos. Sorpresa y rechazo a la terminología utilizada por el “Diez”, del resto. Bueno, no todos lo rechazaron y por eso se inició una nueva polémica social. La síntesis de los de ningún lado: “Podría haber descargado la bronca con otras palabras”. La realidad ¿o la verdad?: Maradona es lo que es, DT de la Selección, no sólo porque un sempiterno mandamás de la AFA lo haya designado. Es producto de una mayoría social, política y económica, que lo puso en lo más alto del reconocimiento ciudadano ocultando pero sabiendo, la inestabilidad emocional del nacido en Villa Fiorito y de sus turbulencias. Casi, casi, entre Dios y Maradona no había diferencia espacial… mientras hacía maravillas con sus piernas. En esa ficción comparativa, abrevaron incluso los que hoy son sus despiadados críticos. Retirado, se convirtió en humano y, por lo tanto, utilizable. Utilizable para la política, sobre todo, porque como ejemplo había cierta resistencia social. Se lo criticó, pero se lo puso al frente de programas de TV. Y claro, ¿que podía hacer o decir Maradona a través del medio, que ya no hicieran o dijeran decenas y cientos de animadores exitosos (en rating) ante los telespectadores?. Hoy Maradona dirige una desabrida Selección Argentina y aquellas figuras de la TV siguen encabezando mediciones con similares palabras a las criticadas ahora a Diego, y con el agregado de escenas rozando lo pornográfico (“vale más una buena imagen que mil palabras”, es el paradigma de los que hacen la televisión que vemos) protagonizadas, eso sí, por figuras del espectáculo y del showbusiness.Un día volvió a la cancha, con un buzo que ya no tenía el número 10 y –repito-, los mismos que sabían que Maradona es Maradona y no un Dios, volvieron a ungirlo, a pesar de que seguía hablando y actuando como Maradona. Era el representante más genuino de los famosos y nunca explicados “códigos del fútbol”. Lo sabían, incluso los que lo designaron DT de la Selección, y la mayoría de quienes hoy lo despedazan. Algunos incluso apuntan, sin miramientos, a reflotar viejas antinomias futboleras como la de Menotti vs. Bilardo, que es más menos como decir la lucha entre la izquierda y la derecha futbolísticas. No recuerdan (ni siquiera ellos), o no quieren hacerlo, que con uno y con el otro la gente festejó triunfos y títulos. Y festejó en serio. Aunque les duela, también celebró el gol de Bolatti en el Centenario.Los que escribimos con la humildad de conocer nuestras limitaciones (que son muchas) y emociones (que también son inconmensurables), todavía nos preguntamos ¿cuál es el fútbol que le gusta a la gente y que pregonan quienes se creen intérpretes de mayorías absolutas? En mi caso, no puedo entenderlo desde mis propias reacciones futboleras: admiro (y sufro) un “caño” o un “sombrerito” aún si el que lo hace es un jugador rival del equipo de mis amores, y grito hasta la disfonía un gol de mi pasión coloreada a los 48 del segundo tiempo que significa lograr los tres puntos. Soy parte de “la gente”, pero no hipócrita ni pretendo ser el intérprete de nadie. Además, al día siguiente, escucho que otros sintieron lo mismo que yo. Y bué… soy un argentino común, para algunos un karma y para otros un orgullo. Los dos extremos. Como un colectivo expreso, sin paradas, aunque la razón y nuestras propias necesidades, nos indiquen que un intermedio no vendría mal para recuperarnos.Punto con las disgresiones personales. Lo de Maradona fue un exabrupto inexcusable no sólo para los puritanos de la lengua (interpretada como idioma, por favor no confundir). Significó una agresión para todos quienes lo escuchamos lanzarlo por televisión. Ahora, reflexionemos, lejos de la intención de expiar la responsabilidad por la grosera manifestación. ¿Es distinto lo que nos escandaliza “del Diego” a lo que decimos y a cómo actuamos los argentinos ante un ataque de ira por una cuestión insignificante en nuestra vida cotidiana? Los que manejamos un auto o andamos a pie, podemos dar fe que la grosería de Maradona estará en el diccionario, el de las buenas y malas palabras con la letra ch, pero que hay otras 28 letras en el abecedario español y que utilizamos la mayoría, incluso la ch para insultar y herir la moral lo más profundo posible, de nuestro circunstancial oponente en el caótico tránsito. Las siempre vigentes y nunca acatadas normas del buen ciudadano, a veces escritas y otras veces de raíz cultural, se guardan, en este y otros casos del costumbrismo y la exageración de los argentinos, en un cuarto donde no entra la luz… ni nosotros de vez en cuando.Es serio lo de Maradona, pero no hace más que desnudar nuestras carencias como sociedad. Una sociedad que asiste, no protagoniza. Y que lo mira por TV.
ecao@elretrato.com.ar
2 comentarios:
Envié el artículo a un agregador de noticias, donde se puede votar (o no)
http://chuenga.net/story.php?id=9260
saludos!
falsedad ideologica
hola soy victor dangelo de mar del plata
me acaban de rematar mi vivienda unica en mar del plata por haber pedido prestado 6000 pesos en una escribania privada y en un acto de simulacion y falsedad ideologica la escribania simulo entregarme en ese acto 6900 dolares billetes cosa que nunca fue cierto de la escribania salieron pesos fui a buscar pesos y me dieron pesos simulando entregarme en ese acto como dijo el escribano se hace entrega en este acto 6900 dolares ,hubo un comisionista que es el testigo
presencial que se llevo 600 pesos de comision y el recibo de la escribania
esta en pesos ,las instancias judiciales ya las agote y hay un fallo dando
la poseción al comprador tengo dos hijos menores quiero llevar a estos
delincuentes hasta las ultimas consecuencias yo quiero creer que estan
engañando al juez no pueden tener tanta impunidad ,que alguien pare esta locura de rematar una casa por 600 pesos , para que no se vea alterada pa paz social , con estos actos de apropiacion de viviendas y contribuiran a construir una sociedad mas critica mas justa y mas libre y solidaria para las nuevas generaciones
estoy inscripto en el registro de deudores hipotecarios ley 25737
ref:2350000014 de que nos sirvio
Publicar un comentario