* Belen Cano
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Descubrir la grandeza de una persona luego de su muerte es tal vez la forma más clara de encontrar el espacio que ese gran hombre o mujer dejó, en el terreno que sea.
Varios días atrás el diario Página 12, a través de reconocidos colegas, ilustres intelectuales y lectores aficionados, comunicaba no sólo la noticia, el hecho consumado de la muerte de José María Pasquini Durán, sino que además relataba cuál es el legado político, profesional e intelectual de uno de los grandes periodistas contemporáneos argentinos.
Siempre admiré de él la facilidad con la que explicaba un momento, un hecho fugaz o el más trascendental. Esa es la difícil tarea que tenemos los periodistas. Hay quienes pareciera que escriben para pocos, para el partido político o el funcionario público que solventa notas en el diario, para el rival político, para el resto de los periodistas, pero no para los pocos o muchos que pueden encontrarse con el periódico en sus manos e intentan comprender qué pasa en la ciudad.
Quienes conocieron a Pasquini Durán sólo expresaron palabras de reconocimiento al hombre, al amigo, al profesional, al militante desde el periodismo. Los medios recorrieron raudamente la vida de este salteño, de familia peronista, y comunista por elección. En 1998, ante 40 mil personas planteó que “sigue siendo válido darles voz a los que no la tienen”. Habló en aquella oportunidad de sostener las palabras en la memoria, por los caídos y las palabras caídas.
Su muerte y su legado llaman a reflexionar. El espacio que dejó no debe quedar vacío. ¿Su compromiso desde la labor periodística es acaso solamente un gratificante recuerdo del hombre que ya no está? ¿El reconocimiento que cosechó muere con él? Dijo alguna vez que hay palabras que siguen siendo vida. Y hay ejemplos que merecen ser seguidos. Si muere un maestro del periodismo, ¿sus alumnos acaso quedarán huérfanos de enseñanzas? ¿Qué hacer ahora? ¿Cómo retomar la senda del periodismo ético y comprometido que supo transitar?
La juventud es desprestigiada por muchos señores y señoras mayores, por el simple hecho de ser joven. Sucede en todos los ámbitos, también en el periodismo. La falta de experiencia es el argumento más trillado. Los salieris de Charly, a través de la voz de Gieco, les recuerdan: “…menos mal que nunca la tenga, la experiencia de mentir”. Es necesario tomar el legado de los grandes periodistas que ya no están. Pero no para quedarnos con la simple adulación desde el recuerdo, sino para comprender su forma de hacer periodismo y plasmarla en el ejercicio de la profesión.
No es fácil. El periodismo independiente del que se jactan grandes multimedios es una verdadera falacia. Pero también lo es aquel que juegue al periodista objetivo. Y está bien que así sea, siempre que no se falte a la realidad.
Pasaron varios días de su muerte. Quizás como una muestra de respeto a quienes lo conocieron en persona, preferí que sean sus amigos y compañeros quienes lo despidieran. Este es otro adiós al Negro Pasquini Durán. Su legado, sus enseñanzas, su manera de ver y actuar y decir, deberían ser bandera. Su compromiso incita a ser partícipes.
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