El 2 de diciembre la Legislatura bonaerense sancionó la norma que posibilita estos tratamientos a parejas de entre 30 y 40 años. Dicen que ahora tienen más esperanzas y que finalmente fueron reconocidos como enfermos.
El 2 de diciembre se sancionó la ley bonaerense de fertilización asistida que dará cobertura gratuita a las parejas que tengan dificultades para tener hijos. Ese día, Jorge sacó una botella de champagne que guardaba de su casamiento, allá por 2000, y la puso en la heladera. Había prometido que cuando tuviera un hijo la descorcharían con su esposa Julieta. “Hoy estamos más cerca de lograrlo”, cuenta Jorge Sequeira, de 49 años.
Él y Julieta Iribarren de 35 años, se convertirán en febrero en una de las primeras parejas en realizar un tratamiento de fertilización asistida amparados por la nueva ley.
Se conocieron cuando él vendía artesanías y ella sahumerios en la feria de Ramos Mejía. Fue en ese lugar donde improvisaron un altar y se casaron frente a sus colegas. Ahora viven en Villa Luzuriaga.
Hace ocho años están buscando su primer hijo y como no tienen obra social, se dirigieron al Hospital Güemes de Haedo. “Apenas nos enteramos de la sanción de la ley, fuimos corriendo al hospital y fuimos una de las primeras parejas en comenzar con las consultas”, dice Julieta.
“La ley cambió nuestras vidas y lo notamos también en quienes consultan en el hospital, porque vienen con más entusiasmo. Se nota que ganaron en esperanzas”, cuenta Jorge y aconseja que “las parejas se animen a acercarse a los centros de salud y consultar, porque ahora hay posibilidades y estamos amparados por una ley que nos reconoce como enfermos y no como una minoría de caprichosos que quieren ser padres”.
El camino recorrido, como en el caso de las miles de parejas que buscan tener un hijo en la Argentina, “fue largo y desesperante”, describe Julieta. Siete fueron los intentos con inseminación artificial en el Hospital Posadas, uno de los cuales terminó en un embarazo ectópico que le hizo perder una trompa, y dos in vitro en centros privados que les costaron alrededor de 20 mil pesos cada una, también sin resultados positivos. El próximo mes realizarán un tratamiento in vitro llamado ICSI, uno de los procedimientos de alta complejidad que en un comienzo los hospitales derivarán a centros privados.
“Pasamos por muchos estados anímicos, antes, durante, y después de los tratamientos: incertidumbre, esperanza y frustración. Cuando cumplís años los tres deseos se resumen en uno: quiero formar una familia”, dice Julieta. Él la mira con atención de enamorado, y agrega con emoción: “cada vez que empezábamos un tratamiento, pensamos en el cuarto para el bebé, a qué colegio mandarlo, y nos imaginamos todo su mundo, ahora la ley nos permite volver a soñar”.
Fernando Luzuriaga es jefe de medicina reproductiva del Güemes y médico personal de Jorge y Julieta. En diálogo con Tiempo Argentino explica que “la sanción de la ley de fertilización asistida era fundamental. Es muy duro para nosotros los profesionales cuando una pareja no lograba continuar con su anhelo de ser padres, porque no podían costear los tratamientos”, dice el especialista en fertilidad y comenta que “esperábamos por esta ley, verla concretada es un placer”.
A partir de la reglamentación de la ley, donde se establecen los requisitos para acceder a los tratamientos, también se garantiza el seguimiento psicológico para la pareja.
Silvia Jadur es asesora psicológica, especializada en fertilidad y trabaja en la asociación Concebir.
Para Jadur, los psicólogos deben “adaptarse a las nuevas necesidades que se presentan frente a los avances de la ciencia, porque los pacientes sufren y uno tiene que poder entender ese dolor y que la infertilidad es una enfermedad”. <
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