Por Laura Etcharren (*)
En las “Mini Bandas” se inicia la cadena de coptación que incrementa los niveles de violencia.
En el epicentro del mundo puede verse claramente el trazo de la violencia. De la histeria colectiva, producto de un caos generado por la anomia. Por la ausencia de continentes legales. Por el ostracismo gubernamental que exacerbó lo que hasta hace dos décadas atrás, ya se vislumbraba expansivo.
Parados sobre las ruinas, desde la temprana edad, los niños se acumulan en las veredas y se convierten en infantes en situación de calle. Conglomerado de criaturas abandonadas en medio de las ciudades que devienen en bestiales espectros para convertirlos, con el paso del tiempo, en delincuentes.
Son pocos los que pueden salir de ese estado de miseria que los lleva, por el fatal entorno, a delinquir compulsivamente y a matarse lentamente. A sumarse a las pandillas luego de la ejecución de “tareas” vinculadas con los bajos instintos.
Pruebas para saber si se es apto o no para formar parte de “Los Mini”. Y luego, seguir subiendo.
Mini Pandillas: Sus cabecillas apenas si tienen entre 12 y 13 años y llevan consigo una historia de vida que triplica las expectativas de catástrofe.
Asesinos con jactancia; ladrones corajudos, buscan la veneración del Grupo. Ser, en un ámbito caótico y cruel, el líder que mueve las voluntades y cuando no son las voluntades, son los miedos de aquellos niños que prefieren ser parte de la Mini Banda antes que transitar, solitariamente, las calles de la Argentina Bárbara.
Estos últimos, arrastrados por el temor, también se convierten en delincuentes a los que todo les da lo mismo.
La Banda les quita el miedo. Los infla ficticiamente en lo que en realidad es, una perversa ignorancia que los aleja de las instituciones. Aquellas que les darían el marco de normalidad para vivir con dignidad. FAMILIA Y ESCUELA.
Se los puede ver deambular en la intersección de Juan B. Justo y Soler. Se debaten entre los trapitos y los Poxis. “Juegan” con palos. Se reclaman entre ellos cuando alguno no cumple con el mandato de la agresión al momento de no recibir monedas de las personas que manejan coches o de quienes pasan caminando.
Están en todas partes. Saltan vorazmente. Se preparan para lo peor porque viven en un estado de naturaleza. A la espera de que lo peor pueda suceder. Entonces, la defensa ante el ataque de otra Mini Banda, es la cuchilla.
Se manejan, “Los Mini”, con armas blancas. Cortar y adentrar en golpes estomacales hasta dejar, al otro, tirado. Casi muerto. Sin aire y con las huellas de la sangre derramada.
No conocen los límites cuando se invaden los territorios. No quieren comida ni ropa. Solo dinero.
Algunos, además de ser parte de la Mini Banda y en ciertos casos pagar para permanecer dentro de la misma, están sujetos a la demencia de la familia disfuncional cuando la tienen. La que está compuesta por una madre con hijos de diferentes hombres y que arrastra, a todos, a las peores condiciones de vida. O familias no disfuncionales que por falta de educación sexual tienen hijos a mansalva.
Niños llevados a la calle. Depositados en una esquina para que junten dinero. Niños que se convierten en reservorios de los degenerados. De la patología de las violaciones. De los abusos.
Es que existe una cadena de coptación en la que se incrementan los niveles de violencia y delincuencia. “Mini Bandas” coptadas por “Pandillas”. Estas últimas coptadas por Narcotraficantes. Narcotraficantes unidos a ex ejércitos de élite en el caso Centroamericano y a ex Policías en el caso Argentino, “educan” táctica, estratégica y logísticamente a los pandilleros para llegar a la instancia final de la cadena: Las Narco Maras.
Fusión altamente organizada y articulada con el exterior, que tiene centros o células de operación en el Conurbano Bonaerense y que anclan, semanalmente, en la Capital Federal. En la liberación de calles en los alrededores de las terminales de ómnibus y trenes.
También bajan desde el Norte del País con algún cabecilla de América Central que escapó de la persecución de las fuerzas de seguridad para divisar a “Los Mini” y llevarlos, con la "ilusión del progreso del liderazgo”, hacia puntos de sometimiento. Los llevan con "velos". Porque cuando la Narco Mara copta, salteándose los pasos de la cadena mencionada, no es para introducir a “Los Mini” en el Narco sino para someterlos a trabajos clandestinos; trata de personas y prostitución.
Tres situaciones que hoy, entre otras, marcan los niveles de profundización del mal.
(*)Sociologa
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