domingo, 2 de octubre de 2011

"EL KIRCHNERISMO CAMBIO EL CLIMA IDEOLOGICO"

Por Tomás Forster
para Diario Tiempo Argentino


El escritor e investigador, quien en 2001 afirmaba el fin de la confluencia entre una parte de la izquierda y el peronismo como consecuencia de la década menemista, habla ahora de un “reencantamiento ideológico de parte de las nuevas generaciones de clase media”, y analiza la recepción diversa que tuvo “el hecho kirchnerista” entre las izquierdas contemporáneas.
Fuente obligada para todo aquel que quiera indagar en la historia de las ideas políticas argentinas y latinoamericanas, ex maoísta devenido en reformista moderado, Carlos Altamirano es una voz de peso si se trata de indagar en el vínculo entre los intelectuales y la política. A lo largo de su producción, eligió seguir la huella histórica del peronismo a través de una trama paralela, la que está conformada por los conceptos y categorías que acuñaron y divulgaron sus principales referentes teóricos. Mientras los escritos de Altamirano varían entre el ensayo libre y la producción de textos rigurosamente académicos, sus intervenciones públicas van desde el apoyo a las causas declamadamente progresistas y de centroizquierda hasta cierta distancia, mesurada y cautelosa, a la hora de tomar una posición activa respecto de los grandes debates que atraviesan la realidad nacional.
Siglo Veintiuno reeditó recientemente su libro Peronismo y cultura de izquierda. Publicada originalmente en los días tormentosos de 2001, la obra encuentra otro sentido y nuevas lecturas porque, según el propio autor, “a partir de la llegada del kirchnerismo cambió el clima ideológico, sobre todo con el gobierno de Cristina”.
El escrito propone un recorrido a lo largo de las distintas etapas que marcaron el vínculo de las izquierdas con el peronismo. Apoyado en una prosa avezada y nutrida de datos certeros, Altamirano le sigue el rastro a esta compleja, tensa y fluctuante relación que supo tener distanciamientos que parecían irremontables en el decenio 1945-1955 como, también, momentos de marcada ebullición y radicalización social que establecieron condiciones para la unidad durante los primeros años de la década del ’70.
Para esta nueva edición, el autor eliminó el epílogo de la primera versión, en el que afirmaba el fin de la confluencia entre una parte de la izquierda y el peronismo como consecuencia de la década menemista, y le agregó un prólogo en el que habla de un “reencantamiento ideológico de parte de las nuevas generaciones de clase media”, un capítulo dedicado a la figura del sociólogo Juan Carlos Portantiero y algunos apartados más. En diálogo con Tiempo Argentino, Altamirano se refirió a las novedades que imprimió el kirchnerismo en el itinerario del peronismo y analizó la recepción diversa que tuvo “el hecho kirchnerista”, entre las izquierdas contemporáneas.
–¿Por qué se propuso reeditar, en este momento, Peronismo y cultura de izquierda?
–No quiero atribuirme los méritos de esta reedición porque quien tuvo la idea fue, inicialmente, el editor. El libro estaba agotado y era parte de la bibliografía relativa a la relación entre la izquierda y el peronismo. Pero, para que no sea una pura y simple reedición, decidí añadirle un artículo sobre el itinerario intelectual de Juan Carlos Portantiero, un capítulo más y el prólogo en el que quise dar cuenta del nuevo clima ideológico que había generado el kirchnerismo, y que llevó, a su vez, a que el libro sea objeto de nuevas lecturas.
–¿En qué consistió ese cambio?
–El libro apareció en pleno 2001, cuando aquello de lo que hablaba parecía un pasado totalmente distante. Eran artículos consagrados a evocar y enfocar un proceso ideológico que podía ser contemplado como concluido. Lo que va a ocurrir desde 2003 en adelante va a alterar esta percepción respecto de la conclusión de la relación entre la izquierda y el peronismo. Este vínculo había sido parte de una etapa clave de la historia intelectual del progresismo y el socialismo en la Argentina. La aparición del kirchnerismo va a alterar este cierre que yo daba en el epílogo de la primera edición, para abrir un interrogante respecto de la continuidad del ciclo ideológico que toma el libro. Mi idea no es que todo continúa igual ni que la relación entre el universo de las izquierdas y el peronismo es la misma con la llegada del kirchnerismo. Hay cambios indudables. Pero sí existió una continuidad con respecto a algunos de los elementos que estaban presentes en lo que hoy se conoce como el “setentismo”.
–¿De qué manera se reactivó el legado setentista con el kirchnerismo?
–A la hora de definir las herencias que reivindica el kirchnerismo y sus dos miembros centrales, Néstor Kirchner y Cristina Fernández, surge la referencia de los jóvenes de los ’70. Ese pasado no es reivindicado de acuerdo al partido armado y la revolución, que eran dos componentes centrales de aquellos años, sino evocado en términos de ideales de justicia social que son los que se buscan rehabilitar en su realización o cumplimiento. En términos de ese imaginario sería visto como un gobierno que redistribuye pero que no cambia la estructura. Este hubiera sido el juicio de los propios jóvenes de 1970 que hubieran dicho con jerga marxista, analizando el hoy, que existe un nuevo patrón productivo y distributivo pero que no se cambió la estructura ni las relaciones de producción. Ahora bien, el kirchnerismo logró construir la imagen de un gobierno que desafía a los poderosos. Inauguró un relato que incluye una nueva definición del populismo, según la cual el populismo implica un desafío o un cuestionamiento a los poderosos. Eso explica, en parte, que existan tantos jóvenes que consideran que la política les ofrece un sentido de lucha, asociado a una imagen que construyó el kirchnerismo de sí mismo, mostrándose desafiante con los sectores de poder del país: los empresarios, los militares, la Iglesia, etcétera. Esta idea del desafío atrajo a sectores juveniles, para quienes los ’70 son parte de una historia que la recibieron de sus padres y ni siquiera, en muchos casos, de manera directa.
–El libro gira en torno a las distintas comprensiones que suscitó la irrupción del “hecho peronista” en los espacios de la izquierda. ¿Cómo influyó en las izquierdas actuales la aparición del “hecho kirchnerista”?
–Es evidente que las izquierdas se encuentran nuevamente ante un problema. Cuando se podía pensar que el menemismo como encarnación del peronismo había descartado todo lo que tenía que ver con la justicia social, con la necesidad de que el Estado regule la economía y garantice la distribución de los recursos, surgió el kirchnerismo, sosteniendo principios reformistas y progresistas. El kirchnerismo vuelve a instalarse donde anteriormente lo hiciera el primer peronismo, pero ya no se trata de aquel peronismo, ni del de los años de proscripción, sino de algo nuevo que tampoco puede reducirse a un avatar más de la historia del movimiento. Descifrar el kirchnerismo es un desafío político e ideológico para las izquierdas. Tanto para aquellas que se colocan en la contestación radical como el PO, como para las que apoyan al oficialismo como Nuevo Encuentro.
–Otra idea novedosa de su escrito en relación al kirchnerismo tiene que ver con asociarlo al “peronismo que no fue”, jugando con el título del libro de Miguel Bonasso sobre Héctor Cámpora, ¿el kirchnerismo viene a restablecer y actualizar ese proyecto inconcluso?
–Hay algo de eso… Una vez, en una entrevista que me hicieron, dije que el gobierno kirchnerista es el de los que se fueron de la Plaza de Mayo el 1º de Mayo de 1974. Aquella juventud que cantaba: “¿Qué pasa General que está lleno de gorilas el gobierno popular?” Para una parte de esa Juventud Peronista radicalizada, no necesariamente ligada al proyecto armado-montonero, el gobierno de Perón no cumplía sus promesas. Ahora uno podría preguntar: ¿Esas promesas las hizo el propio Perón o las provocó el imaginario de la izquierda radical que se volcó al peronismo? La respuesta no es tajante, sí puede decirse que existieron jóvenes contrarios a la estrategia de Montoneros que se encontraban disconformes con la gestión de Perón y que luego estarían totalmente en contra del gobierno de Isabel Perón. Ya por el ’73 y ’74, una parte de la juventud creía que el peronismo verdadero no estaba encarnado por Perón sino por la propia juventud. Quizás para el matrimonio Kirchner hubo algo de esto, una conversión en política reformista, una suerte de actualización del proyecto trunco de la JP setentista.
–¿Cuánto influye el vínculo histórico con el peronismo en la relación que existe hoy en día entre las izquierdas y el kirchnerismo?
–El modo en que se desplazan las posiciones es muy importante. Para la izquierda nacional, representada por los grupos que se aglutinaban alrededor de Jorge Abelardo Ramos, la izquierda debía tener su propio partido porque, decían, el peronismo nunca podría proporcionarles a las masas la conciencia de clase que sólo podía dotarle un espacio socialista exterior al justicialismo. Pero también había otra izquierda nacional que se encontraba disuelta en el seno del movimiento peronista y cuyo referente teórico principal era Hernández Arregui aunque de cierta forma también lo fue John William Cooke. Para algunos se trataba de disputar la orientación del movimiento en su interior; para otros este proyecto estaba condenado al fracaso y había que construir una versión independiente. Hoy me parece que esta diferenciación no existe. Todos los sectores que vienen de la izquierda nacional están incorporados al kirchnerismo. También me parece que la izquierda nacional de hoy en día es más peronista que la del pasado, por la simple razón de que el peso de su marxismo disminuyó y eso la llevó a volcarse por lo nacional y lo peronista en detrimento de su perspectiva marxista.
–¿Cuál fue la relación de las izquierdas con el primer peronismo?
–El Partido Socialista y el Comunista no eran importantes en términos cuantitativos, pero sí lo eran en cuanto a la batalla cultural de ese entonces. Ante la magnitud del triunfo peronista tuvieron que dar cuenta de lo que había sucedido y ahí comienza el proceso de diferenciación entre ambos partidos, las dos fuerzas incomparablemente más organizadas que tenía la izquierda. Esto va a llevar a que el PS va a integrarse al frente de oposición, autollamado frente de resistencia, prolongando la táctica frente al régimen militar del ’43. Veían al peronismo como una continuidad avalada por los votos. El PC va a decir que se está en una nueva situación y que había que ganar a los sectores populares. La idea era apoyar lo positivo y criticar lo negativo. Esto va a llegar a un lugar muy difícil al PC, a una acción política confusa y casi insostenible al levantar la sospecha de la oposición por un lado y, obviamente, del otro, el rechazo de Perón que no quería saber nada con los comunistas.
–Usted viene de una militancia pasada en el PCR, ¿cómo se define políticamente hoy en día?
–Mi reorientación fue pública. Abandoné la idea de la izquierda asociada a la revolución, pero sigo teniendo simpatía con la izquierda como proyecto de reforma. La izquierda entendida como una sensibilidad en torno a la justicia social, a la necesidad de una redistribución de los recursos.
–¿Y cuál es su lugar respecto del kirchnerismo?
–Es obvio que es muy difícil decir que estamos en el peor de los mundos. Es una ceguera afirmar algo así. Hay medidas adoptadas estos últimos años que las veo de forma muy positiva. Pero, también, hay otras con las que no estoy de acuerdo. Mi posición no podría ser ni la de quienes dicen que no hay otro modo de hacer política que no sea denunciando al kirchnerismo, ni tampoco la de quienes cierran los ojos frente a los problemas que presenta la gestión kirchnerista.
–¿A qué razones le atribuye el apoyo y respaldo masivo hacia la presidenta luego de que en muchos sectores de la oposición se apostara a un giro conservador?
–No tengo ninguna razón que no sea la que se lee en los diarios… sí se puede afirmar que existe una sensación de bienestar generalizada. El gobierno tiene un valor político importante, porque el ciudadano valora todo gobierno que le reduzca la incertidumbre. Cualquiera de los otros candidatos trae una sensación de incertidumbre a la mente del ciudadano.

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