miércoles, 20 de junio de 2012

LOS COLORES DE LA BANDERA


por Carlos Hugo Muliero
para el Diario La Capital MDP

Once días después de haber declarado la Independencia nacional, el 20 de julio de 1816, el Congreso de Tucumán decide adoptar como símbolo patrio la bandera azulceleste y blanca que Belgrano enarbolara en Rosario. Los colores fueron tomados de la escarapela que ya se usaba en Buenos Aires, como lo afirmara el propio Belgrano o del azul del cielo y el blanco de la cucarda del regimiento de Patricios, como nos informara la tradición.
Un año y ocho meses más tarde, el 25 de febrero de 1818, el congreso que ya funcionaba en Buenos Aires, le agrega el sol dorado, que es una réplica del que está grabado en la primera moneda argentina aprobada por la asamblea del Año XIII. El origen de este atributo se relaciona con el predominio del sol en todas las festividades incas.
En realidad, el azul celeste y blanco que propone Manuel Belgrano es un azul muy próximo al turquesa; pero como entonces era muy difícil conseguir en Buenos Aires paños o géneros azul celeste o turquesa, se instala la costumbre de confeccionar las banderas alternativamente con el color azul o bien con el celeste.
El Congreso realizado en 1815 en Arroyo de la China (hoy Concepción del Uruguay) , donde a inspiración de Gervasio Artigas se creó la Liga Federal o Unión de los Pueblos Libres, declaró como bandera argentina la creada por Belgrano, con el añadido de un festón punzó en diagonal. Esta es conocida como la bandera de Artigas, emblema oficial de la provincia de Entre Ríos y uno de los símbolos nacionales del Uruguay.

Celeste, el color unitario

El celeste, entonces, no es el color oficial de la bandera nacional, instituido por el Congreso de Tucumán, sino el distintivo de los unitarios.
En tal entendimiento, el general Juan Lavalle enarboló la bandera celeste y blanca en la fragata francesa Minerva, cuando decidió embarcarse hacia territorio argentino para prestar ayuda a los estancieros bonaerenses, que habían iniciado una revolución contra Juan Manuel de Rosas, en 1839. Había sido bordada por las mujeres unitarias de Montevideo, que deliberadamente cambiaron el azul por el celeste.
En los años de la década infame una ley establecía el celeste "como el color del cielo cuando comienza a amanecer y entonces se entendió que se trataba del celeste pálido usado por los unitarios.
Pero tanto las banderas del ejército del Norte, que comandaba Belgrano, halladas en Bolivia, como la que hizo confeccionar San Martín en 1817 para la campaña libertadora, llamada bandera de los Andes, son azul celeste y blanca.
Sin embargo, el gobierno militar instalado en 1943, mediante un decreto de 1944, determinó que el pabellón argentino debe tener los colores celeste y blanco. Cuarenta y un años más tarde, en 1985, el Congreso estableció por ley que que el sol debía presidir todas las banderas argentinas y no sólo en las que flamean en organismo y buques de las Fuerzas Armadas.
La confusión y las polémicas generadas con los colores verdaderos se extendió a lo largo de gran parte de los últimos dos siglos y, por si fuera poco, el sol fue materia de una puja centenaria, entre civiles y militares. Durante mucho tiempo hubo dos banderas, una sin sol y otra con sol. Y aún hoy, muchos argentinos no saben que desde 1985 existe una sola bandera, porque la inclusión del sol en el centro de la franja blanca, réplica del que está grabado en la primera moneda argentina, ya no es exclusivo de las Fuerzas Armadas.
Las contradicciones de la historia argentina no tienen fin: el creador de la enseña patria, lo más sagrado que tiene un país soberano, fue severamente amonestado por Bernardino Rivadavia, secretario del Primer Triunvirato, por haberlo hecho "en momento inoportuno". La Asamblea del Año XIII, acuñó moneda, abolió los tormentos, y declaró la libertad de vientres, pero no consideró oportuno establecer la bandera ya creada.

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