El fifty-fifty fue durante la década del 50 una manera de presentar la sociedad igualitaria. El capital resignaba parte de sus ganancias y el Estado las convertía en beneficio. Luego del golpe militar del ’55, se convirtió en un símbolo, un objetivo a alcanzar entre el capital y el trabajo para lograr una justa distribución del ingreso.
Claro que, cuando el objetivo fue planteado por el general Perón, las condiciones de la estructura ocupacional eran otras. Vivíamos en una sociedad salarial basada en la producción y el consumo interno. Si se fortalecía el salario, se fortalecía al consumo y se generaba el círculo virtuoso de producción.Por entonces no había un 35% de trabajadores no registrados, no existía la precarización de una buena parte de los trabajadores que de hecho no se les aplica el convenio colectivo, no había tercerización; el salario indirecto de los trabajadores se fortalecía con seguridad social, asignaciones familiares, salud, planes de vivienda, transporte eficaz.
En este marco hablar hoy de fifty-fifty es una desfachatez. Es tomarnos el pelo a los trabajadores. Es un slogan en la construcción de un “relato” que no tiene nada que ver con la cruda realidad de los trabajadores.
El mismo cálculo que el gobierno establece para “construir” la ficción estadística -donde sólo toma en cuenta a los trabajadores asalariados formales- se traslada al discurso. El secretario Moreno plantea establecer como objetivo el fifty-fifty y que los trabajadores nos olvidemos de la representación de los precarizados, de los jubilados, de los excluidos de los convenios colectivos, de los cuentapropistas, de los falsos cuentapropistas, que representan más del 50% de la clase trabajadora argentina.
Pretende establecer criterios para las paritarias y la negociación colectiva salarial. En las últimas semanas se instaló la posibilidad de que el Gobierno Nacional ofrezca a las organizaciones sindicales la modificación de la reglamentación del sistema de asignaciones familiares y del impuesto a las ganancias a cambio de que se moderen los reclamos salariales, ubicándose en torno al 20% nominal. Aceptar esta negociación implica hacerles el juego a las patronales, quienes recibirán los beneficios de pagar salarios más bajos sin costo alguno, ya que será el Estado el que soportaría, con recursos públicos, una porción variable de dichos aumentos.
Además, este tipo de negociación podría afectar mucho más a los trabajadores de menores salarios, cuyo “ingreso de bolsillo” está más ligado al sistema de asignaciones familiares que al impuesto a las ganancias (los trabajadores que perciben un ingreso inferior al mínimo no imponible representan el 75% de los trabajadores registrados). Pretenden que aceptemos un aumento salarial del 20%, pero sabemos que por más que se ofrezca a cambio un incremento del 40% en las asignaciones familiares, para un trabajador con tres hijos, significará un aumento “de bolsillo” de no más del 23%.
Estas “ficciones”, esta esquizofrenia del relato, posee una “técnica” dirigida a crear una imagen de equidad y de igualdad, que los trabajadores de “carne y hueso” sabemos que no es nuestra realidad.
Hoy con un salario promedio de 3.700 pesos, y una “canasta básica” de 7.000 pesos la igualdad esta muy lejos aún. Como siempre va a requerir de mucho esfuerzo y lucha.
En la actualidad el salario real de los trabajadores se encuentra prácticamente en los mismos niveles del año 2001. Ello a pesar de que el producto bruto interno se incrementó en más de un 80% desde entonces. Como consecuencia de ello, los trabajadores producimos casi el doble que una década atrás, y sin embargo los empleadores nos pagan prácticamente el mismo salario en términos reales.
Es por todo ello que la CTA entiende que los aumentos salariales no pueden ser inferiores al 30% y que el salario mínimo, vital y móvil debe ser de $ 5.000 pesos, además de la necesidad de reformas al sistema impositivo y de asignaciones familiares que tengan como objetivo la equidad y la progresividad; que aporten los que mas tienen y que los beneficios sean universales.
Es nuestra convicción que, con otros sectores del movimiento obrero y los movimientos territoriales y sociales en unidad de acción, continuaremos la lucha por una vida digna y para que los trabajadores tengan ingresos de acuerdo con sus necesidades, fijadas libremente por los representantes del capital y el trabajo, no sujetas a ninguna imposición por parte del Gobierno y menos aún con engañosas consignas que solo reflejan un mundo de ficción autista que no refleja la verdadera situación de la clase trabajadora.
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