MAR DEL PLATA.- Los latidos del superclásico se escuchan como una rompiente. No hace falta acercarse un caracol a la oreja. El susurro se mantiene en el ambiente porque es el único partido con vida propia. Caliente. Audaz. Impetuoso. El mano a mano prescinde de los campeonatos, de los contextos, y consume los leños de la rivalidad más genuina. Oficial o amistoso, en la arena o en las sierras, cada episodio de la saga entregará un punto distintivo. El que pasó anoche, por ejemplo, quedará rotulado como "el día que River tanto esperó". Después de la angustia, volvió la fiesta. Tras las burlas, volvió el éxito a lo grande. Cuando volvió Bianchi, justo ganó Ramón... Fue una fiesta plena, única, por la explosión goleadora de Mora y por la refrescante aparición de Vangioni. Vibró River, se estremeció el rojo y blanco. Y sólo fue el primer tomo.
Ganó River y pudo haberlo hecho por una diferencia más amplia. Se llevó todo porque Boca se distrajo y Mora fue letal. Levantó los brazos porque tuvo en Vangioni a un refuerzo de gran categoría. Los xeneizes, en definitiva, perdieron porque no ajustaron el nudo al extremo. Aún deben estar lamentándose porque los Boca-River de verano conspiran contra la tranquilidad de la preparación. Por eso todo el mundo se esfuerza para evitar una caída. De esa actitud se desprende un juego entrecortado y con alguna pierna fuerte, como la de Sosa a Mauro Díaz, que bien pudo haber terminado en expulsión, en vez de tarjeta amarilla. De ese precepto se parte para una dosis extra de sacrificio que, inversamente, reduce la claridad conceptual. Eso sí: pocas veces baja la taquicardia.
Se vio poco de lo que quiere Bianchi. Boca empezó mejor. La pelota buscó los huecos y, con un par de pases profundos, se aprovechó la velocidad de Acosta. La mejor sincronización se dio en un pase medido de Paredes para Silva; Barovero se anticipó a la definición y, en el rebote, Mercado trabó justo a Erviti. Se distinguió bastante más de lo persigue Ramón Díaz. River se reacomodó y terminó imponiendo las condiciones del toque corto y veloz y el panorama de Vangioni. Los millonarios devastaron a su rival con la triangulación entre Ponzio, Vangioni y Mora. A Boca, tambaleante, se le nubló la vista y, en una jugada doble, el intento de Mora pegó en el palo; Funes Mori tomó el rebote, pero entre el palo, Caruzzo y el travesaño evitaron el grito. No hubo lamento porque un bombazo de Mora, por la derecha, sentenció el asunto.
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