*Laura Etcharren
No son los dibujos animados de los autos locos pero se le parecen. En este caso, ella y él. Más, la Canosa y el negocio de lo social.Los hermanos Süller regresaron a la televisión para movilizar a la audiencia. Desde los seguidores de siempre, hasta los detractores de una extraña pero redituable hermandad en materia de rating, todos hablan de ellos. Ellos que exhiben su vida privada sin reparo alguno. Sin importar, los daños directos y mucho menos, los colaterales.Envueltos y regocijados en el escándalo, dan rienda suelta a una realidad impregnada por increíbles cuotas imaginarias que superan cualquier tipo de ficción. Podrían dar letra al inigualable Gabriel García Márquez y su incomparable imaginario fantástico o protagonizar alguna película dirigida por el genial Almodovar. Porque cuando el mundo de los mediáticos parecía haber desaparecido por decantación, poco a poco, regresaron. Y así como volvió Jacobo, también volvieron los Süller para contar el drama sentimental de Silvia. El desamor de sus hijos; el amor que no se olvida; las noches de soledad; el abrazo que no le dieron; y la comida casera que le negaron.Un rostro con exceso de maquillaje. Una risa impostada. Una historia barnizada que tiene un antes y un después de Silvio Soldán. Soldán, una figura del medio que rifó su carrera cuando las rubias platinadas se cruzaron en su camino y terminó adormecido entre las penas del tango y las extensas fojas de una causa interminable.Parece increíble que Soldán sea parte de esta historia de encuentros y desencuentros. Con hijos, sobrinos heroicos que desembarcan en los medios para limpiar el apellido, amantes y padres aventurados a atajar las pelotas que Silvia, desde el desamparo de las noches en un club nocturno, piensa y alimenta.Una mirada triste. Un show basado en varios hechos reales y el descontrol de no saber parar a tiempo. De ir, por los medios, sin límites. Creando un clima de angustia que exacerba el morbo y la perversión por escuchar un secreto. El secreto que durante 30 años guardó Silvia en complicidad con su hermano Guido.Develar que ella, allá lejos y hace tiempo, tuvo una relación con el actual marido de su hermana. Que de esa relación quedó embarazada y que tras poco más de dos meses, perdió al bebé de la peor manera.Todo frente al ojo de una cámara de televisión. Frente a Viviana Canosa que se encargaba, con una voz gutural, de dar pinceladas para agudizar el dramatismo. Para mantener al espectador, expectante. Para lucrar y exponer la dignidad de una mujer. Para hacer, como siempre, lo opuesto a lo que predica.Lo cierto es que no hay fronteras en el universo de la televisión que se nutre, como sostenemos y afirmamos en el tiempo, lícitamente, de personajes bochornosos que son cuestionados éticamente pero que al momento de necesitarlos, se los llama porque dan rating.Realidad, puesta en escena, mezcla de ambas. Todo vale para salir, por unos días, de la opacidad que genera que el control remoto no se detenga en la señal de Viviana que sigue siendo Canosa. A quien el negocio del compromiso social ficticio, le salió mal. Tal vez, en este camino de liberación y aprendizaje espiritual, le resten juntar más miserias para llegar a hacer el programa que desea. O no.¿Quién sabe? Por qué no terminar, en esta faena mediática, como escribió González que no sabemos si es Oro, el 13 de abril a las 13:42 en su facebook: “Oscar Gonzalez Oro QUE DIA TAN HERMOSO, QUE TARDE TAN LINDA!!!!! ES LINDO EL OTOÑO CUANDO ES LINDO!!!!!! JUAAAAA. A TOMAR SOL DESNUDOS TODOS!!!!! VAMOSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS”En fin. Todo puede ser en este magnífico crucero de cabotaje en el que viajan los personajes más desopilantes que integran nuestra televisión que entiende, entre otras cosas, la descompensación como “mérito”.Todos juntos y revueltos entre lo novelesco y lo real en la búsqueda de la notoriedad perdida. Del rumbo del programa que podría haber sido, y no fue.
No hay comentarios:
Publicar un comentario