Por Cristina Vañecek para
el blog Una Mirada Comun
Por mi trabajo escucho a muchos comerciantes quejarse por diversos motivos, entre ellos la inseguridad. Sin embargo, la historia de D. me hizo pensar mucho.
D. es el propietario de un negocio que trabaja todo el año, ubicado en una zona predominantemente turística. Fue asaltado un día que tenía muchisimo dinero, ya que debía pagar mercadería recibida para armar la temporada, y eso lo desequilibró económicamente, porque no pudo cumplir con sus proveedores en tiempo y forma. Acomodó sus deudas y, al poco tiempo, fue nuevamente asaltado, esta vez al llegar a su domicilio. Lo golpearon fuertemente, le fisuraron algunas costillas, y, como dijo él, estaba hablando y contando esta historia por milagro, ya que le gatillaron tres veces un revolver que, afortunadamente, no se disparó.
A los pocos días del segundo asalto, comenzaron más problemas. Los proveedores le devolvían los cheques sin fondos, ya que no conseguía el dinero para cubrir sus deudas. El Estado le confiscó sus cuentas, porque tampoco podía pagar los impuestos. Fue con sus dos denuncias, porque era evidente que su intención era pagar lo que debía, pero necesitaba una ayuda...y con las cuentas en rojo, ningún banco le otorgaba créditos.
Consultó con una persona de alto rango político, conocido suyo y le expuso su problema. Este conocido no pudo brindarle ninguna solución. "No hay nadie que pueda ayudar a una pymes en crisis", fue la respuesta.
D. finalmente fue saliendo de esa mala situación, aún le cuesta mucho acomodarse nuevamente. Su mayor dolor, más allá de las malas experiencias, fue que ningun organismo le dio una respuesta, y que el único lugar en donde consiguió n crédito le cobró intereses altísimos... Y ahí es donde D. se sintió doblemente robado.
Porque si alguien presenta dos denuncias por robo, debería existir una entidad, ya sea Banco Nación u otro, que ayude a los comerciantes a recuperarse y que puedan cumplir con sus obligaciones, ya sea con proveedores, empleados, hasta con el Estado mismo al pagar impuestos, y que la persona sienta que "alguien" desde algún lugar, lo protege y lo acompaña, ya que no se puede evitar el flagelo de la delincuencia.
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