por Oscar Filippi para el Diario
La Capital de Mar del Plata
Veintinueve años nos separan de aquel glorioso 2 de Abril y como cada año, desde entonces, estamos aquí formados en respetuoso homenaje.
No estamos formados sólo frente a una tumba, estamos formados frente a la historia, a su ejemplo, rindiendo tributo a su entrega y generosidad. Junto a su esposa, sus hijas y nietas, con sus camaradas de aquella hora, con sus amigos de siempre.
No es tarea del soldado evaluar la política, sólo sigue sus órdenes. No piensa el soldado en la historia, sólo entra en ella. Pero sí sabe de su justa causa, Malvinas, es esa causa justa.
Así entró en la historia el capitán de fragata post morten Pedro Edgardo Giachino, entregándose por entero a la recuperación de nuestro último espacio soberano, con fidelidad a su juramento? defendiendo la Bandera hasta perder la propia vida.
Por aquellos años, la Agrupación de Comandos Anfibios y la Agrupación de Buzos Tácticos, ambas, tenían su asiento en esta ciudad de Mar el Plata. Así se conformó la Patrulla mixta que comandó la ya legendaria "Patrulla Techo", sus órdenes fueron claras y difíciles de ejecutar. Lograr la rendición del gobernador político de las islas, antes que se produjera el desembarco de las fuerzas principales, evitando así el combate en zona urbana y los posibles daños y bajas colaterales entre los civiles y sus bienes. Evitaría también a toda costa causar bajas a las fuerzas británicas.
El silencio y la oscuridad son los principales amigos de un Comando en el terreno. En silencio ofrendó su vida en pos del objetivo asignado. En la oscuridad esperó la ayuda médica que no llegaría. Preocupado por la suerte de su segundo, el entonces teniente de corbeta Diego García Quiroga, herido también cuando intentó quitarlo de la línea de fuego, y por el cabo Ernesto Urbina, su enfermero, gravemente herido también al intentar asistirlo.
Ellos tres serían la únicas bajas de ese glorioso día, la del capitán Giachino, la única vida que se perdería en lo que fue la operación anfibia más grande desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. La vida y los bienes de los Kelpers fueron celosamente preservados, no hubo daños colaterales y los argentinos recuperábamos nuestro último espacio soberano irredento.
El silencio y la oscuridad quizás lo sigan acompañando en esta larga noche de soldado, pero no estará sólo, los quince hombres a sus órdenes sobrevivieron para ser testigos de su valor, para ser dignos escoltas de una nueva y gloriosa página de nuestra historia naval más reciente. La luz que ella irradia seguro ilumina su eterno camino y seguirá siendo farol de nuestras vocaciones.
Este es nuestro homenaje y entendemos por homenaje, como parte del culto a los héroes, la demostración con palabras o acciones con que se manifiesta el sumo respeto a los hombres de valor, cuya proyección desde el pasado recibe el presente.
Estas han sido mis palabras y quizás poco haya podido decir, porque decir es el derecho de hablar que sólo tienen los que saben. Pero sí sé que también soy soldado, y ese silencio compañero de patrullas a veces es más elocuente que estás pobres palabras.
Los invito entonces a que hagamos oír con toda su fuerza el más respetuoso y profundo silencio en su memoria. ¡Que sea la historia, la que cante a su gloria!
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